Rescatamos esta interesante carta en la que se muestra cual era el sentir, el día a día y el estado de ánimo de la "Columna de hierro" ante la difícil situación que acontecía en el frente de guerra y que acabaría con el decreto de militarización obligatoria. La carta data del 16 de Marzo de 1937 y se publicó en el periódico "Nosotros".
"La Historia
que recoge lo bueno y lo malo que los hombres hacen, hablará un día.Y esa
Historia dirá que la Columna de Hierro fue quizá la única en España que tuvo
visión clara de lo que debió ser nuestra Revolución. Dirá también que fue la
que más resistencia ofreció a la militarización."
'''Incomprensión
general'''
No nos han
comprendido, y, por no poder comprendernos, no nos han querido. Hemos luchado no
son necesarias ahora falsas modestias, que a nada conducen; hemos luchado,
repito, como pocos.
Nuestra
línea de fuego ha sido siempre la primera, ya que en nuestro sector, desde el
primer día hemos sido los únicos.Para
nosotros, jamás hubo un relevo ni..., lo que ha sido peor todavía, una palabra
cariñosa. Unos y otros, fascistas y antifascistas, hasta ¡que vergüenza hemos sentido! los nuestros
nos han tratado con despego.
No nos han
comprendido. O lo que es más trágico en medio de esta tragedia en que vivimos,
quizá no nos hemos hecho comprender, ya que nosotros, por haber recibido sobre
nuestros lomos todos los desprecios y rigores de los que fueron jerarcas en la
vida, hemos querido vivir, aun en la guerra, una vida libertaria, y los demás,
para su desgracia y la nuestra, han seguido uncidos al carro del Estado.
Esta
incomprensión, que nos ha producido dolores inmensos, cercó el camino de
desdichas, y no solamente veían un peligro en nosotros los fascistas, a los que
tratábamos como se merecieron, sino los que se llaman antifascistas y gritan su
antifascismo hasta enroquecer. Este odio que se tejió a nuestro alrededor, dio
lugar a choques dolorosos, el mayor de los cuales, por lo canallesco, hace asomar
a la boca el asco y llevar las manos a apretar el fusil, tuvo lugar en plena
Valencia, al disparar contra nosotros "ciertos antifascistas rojos".
Entonces... ¡bah!... entonces debimos haber acabado con lo que ahora está
haciendo la contrarrevolución.
'''La
Historia hablará'''
La Historia
que recoge lo bueno y lo malo que los hombres hacen, hablará un día.Y esa
Historia dirá que la Columna de Hierro fue quizá la única en España que tuvo
visión clara de lo que debió ser nuestra Revolución. Dirá también que fue la
que más resistencia ofreció a la militarización. Y dirá, además, que, por
resistirse, hubo momentos en que se la abandonó totalmente a su suerte, en
pleno frente de batalla, como si seis mil hombres, aguerridos y dispuestos a
triunfar o morir, debieran abandonarse al enemigo para ser devorados.
¡Cuántas y cuántas cosas dirá la Historia, y cuántas y
cuántas figuras, que se creen gloriosas, serán execradas y maldecidas!
'''La
militarización'''
Nuestra
resistencia a la militarización estaba fundada en lo que conocíamos de los
militares. Nuestra resistencia actual se funda en lo que conocemos actualmente
de los militares.
El militar
profesional ha formado, ahora y siempre, aquí y en Rusia, una casta. Él es el
que manda; a los demás no debe quedarnos más que la obligación de obedecer. El
militar profesional odia con toda su fuerza a todo cuanto sea paisanaje, al que
cree inferior.
Yo he visto yo
miro siempre a los ojos de los hombres temblar de rabia o de asco a un oficial
cuando al dirigirme a él lo he tuteado, y conozco casos de ahora, de ahora
mismo, en batallones que se llaman proletarios, en que la oficialidad, que ya
se olvidó de su origen humilde, no puede permitir que un miliciano les llame de
tú.
El Ejército
"proletario" no plantea disciplina, que podría ser, a lo sumo,
respeto a las órdenes de guerra; plantea sumisión, obediencia ciega, anulación
de la personalidad del hombre. Lo mismo, lo mismo que cuando, ayer, estuve en
el cuartel. Lo mismo, lo mismo que cuando más tarde estuve en el presidio.
''Como
vivíamos'''
Nosotros en
las trincheras vivíamos felices. Vimos caer a nuestro lado, es cierto, a los
compañeros que con nosotros empezaron esta guerra; sabíamos, además, que en
cualquier momento, una bala podía dejarnos tendidos en pleno campo ésta es la
recompensa que espera al revolucionario; pero vivíamos felices. Cuando había
comíamos; cuando escaseaban los víveres, ayunábamos. Y todos contentos. ¿Por
qué? Porque ninguno era superior a ninguno. Todos amigos, todos compañeros,todos
guerrilleros de la Revolución.
El delegado
de grupo o de centuria no nos era impuesto, sino elegido por nosotros, y no se
sentía teniente o capitán, sino compañero. Los delegados de los Comités de la
Columna no fueron jamás coroneles o generales, sino compañeros. Juntos
comíamos, juntos peleábamos, juntos reíamos o maldecíamos. Nada ganamos durante
un tiempo, nada ganaron ellos. Diez pesetas ganamos después nosotros, diez
pesetas ganaron y ganan ellos.
Lo único que
aceptamos es su capacidad probada, por eso los elegimos; su valor, también
probado, por eso también fueron nuestros delegados. No hay jerarquías, no hay
superioridades, no hay órdenes severas; hay camaradería, bondad, compañerismo:
vida alegre en medio de las desdichas de la guerra. Y así, con compañeros,
imaginándose que se lucha por algo y para algo, da gusto la guerra y hasta se
recibe con gusto la muerte. Pero cuando estás entre militares, en donde todo
son órdenes y jerarquías; cuando ves en tus manos la triste soldada con la cual
apenas puede mantenerse en la retaguardia tu familia y ves que el teniente, el
capitán, el comandante y el coronel, cobran tres, cuatro, diez veces más que
tú, aunque no tienen ni más empuje, ni más conocimiento, ni más valor que tú,
la vida se hace amarga, porque ves que eso no es Revolución, sino
aprovechamiento, por unos pocos de una situación desgraciada que va únicamente
en perjuicio del pueblo.
"Nosotros",
16-III-1937
No hay comentarios:
Publicar un comentario