“Nada prohibe la edificación en
espacios protegidos” (La Verdad, 15-05-05) .
Francisco Marqués, Consejero de Medio
Ambiente de Murcia
Existe una guerra del régimen contra sus
súbditos. Podríamos decir que es una guerra encubierta en donde la gran mayoría
no se da ni cuenta, pero eso no significa que no exista. Mirar hacia otro lado
no significa que el problema no exista o que vaya a desaparecer. No garantiza
que tarde o temprano no nos tengamos que enfrentar a el. Los que miran hacia
otro lado, al enfrentarse de pronto con el problema no estarán preparados para
la eventualidad, y el dolor que les producirá la aceptación de aquello que no
querían ver será mucho mayor que el de aquellos que veían venir el problema de
lejos. Vivimos en un territorio en el
que ya no se busca la cohesión social de sus habitantes, ya no se busca la
comunidad, se están perdiendo o se han perdido ya los lazos comunitarios de
solidaridad por los que los humanos se establecieron en núcleos poblacionales.
Hoy en día ya nadie es de ninguna parte. Echar raíces se hace cada vez más
difícil. No es un problema local es un problema global. El capitalismo lo
destruye todo pero el adoctrinamiento que hemos sufrido no nos deja darnos cuenta
de todo esto.
Asistimos pues
a una guerra contra el territorio, contra todos los territorios, pero en este
caso contra el territorio de Viver y del Alto Palancia, una guerra del estado
totalitario capitalista en la que los poderes públicos locales “democráticos”
son sus gestores. Una guerra que deja nuestro territorio devastado con
polígonos industriales, molinos de viento, urbanizaciones, ecoparques, trenes
de alta velocidad, líneas de alta tensión, incineradoras…etc. El territorio tiene que entrar en el
mercado, en la maquina capitalista, no es de los habitantes que lo pueblan, si
no que es, y tiene que ser, del mercado: es negocio. El capitalismo ha de
seguir creciendo pero sin que los afectados tomen conciencia de las graves
amenazas que acompañan al crecimiento.
Esta
semana pasada hemos visto un conflicto que bien podría haber pasado en
cualquier parte del país. En el barrio de Gamonal en Burgos el ayuntamiento ha
querido especular con el suelo haciendo un bulevar, es decir, querían hacer
negocio especulando, haciendo que el precio del suelo de la zona subiera para
poder llenarse los bolsillos aquellos que ya los tiene bastante llenos. Esto es
un clásico, ya se hizo con la Copa América en Valencia, con la construcción de
la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia, con la construcción de centros
comerciales…etc. Cuando un territorio se queda “estancado” (utilizando su
neolengua), o lo que es lo mismo, no les da ya dinero, es necesario hacer un
proyecto que lo revalorice y así meterlo en el mercado y hacer negocio. Nuestras formas de vida no valen para nada
si no les hacen ganar dinero. Gamonal es un barrio que no necesitaba
bulevar pero eso no era para su población sino para el turismo. Al ayuntamiento
le habría hecho ganar mucho dinero. Al revalorizarse la zona aquellos que
fueran económicamente menos pudientes con el paso de los años tendrían que ir
emigrando hacia otras formas por el encarecimiento del precio del suelo
produciéndose un proceso de gentrificación. La zona ya no seria para los
vecinos sino para los consumidores y el consumir prevalecería sobre el habitar
que ya es lo que pasa en todas nuestras ciudades. Solo una lucha como la
producida en Gamonal puede hacer volver a poner a los vecinos en el lugar que deberían de ocupar y en la
tarea que deberían de desempeñar, es decir, en la autogestión de su territorio
y de sus vidas. La lucha en Gamonal ha sido una lucha por el poder de decisión
de un barrio, algo que enorgullecería a muchos de los antiguos urbanistas,
aquellos que intentaron que las ciudades fueran obras colectivas de toda la
población y no tableros en los que una minoría hace y deshace a su antojo
mientras la gran mayoría mira hacia otro lado sin ver el problema o no puede
participar.
Vivimos en la
sociedad de los expertos y son estos los que deciden por nosotros, a puerta
cerrada, como siempre. Así se hizo el PGOU, a puerta cerrada. Luego lo sacaron
a la luz, con su neolengua donde las palabras significan justamente lo
contrario a lo que en realidad quieren decir. La primera palabra que han
pervertido y hecho suya es democracia. Cuando ellos hablan de democracia es lo
contrario de lo que en realidad significa. La democracia es el gobierno del
pueblo, es decir, es un sistema político en el que el pueblo ejerce la
soberanía. Por eso le han quitado el significado a la palabra democracia ya que
si no es el pueblo quien decide como quiere que sea su territorio, la soberanía
del pueblo no existe si no es a través de una lucha como la que hemos visto en
Burgos. Las decisiones que determinan
los cambios que experimenta el territorio no dependen de sus habitantes, sino
del humor de los ejecutivos que no viven en el. Lo de menos es el interés
real de sus habitantes, sus necesidades o sus deseos
Viver
entra ahora dentro del proceso especulativo ya que la construcción aparece
ahora como la única herramienta para acumular rápidamente capital. Una vez
destruido todo el litoral debido a la fiebre de la segunda y tercera residencia
en los pueblos del interior aun queda territorio virgen para la especulación,
destruyendo así todo lo que encuentra a su paso. En el mar y en la montaña se oye el mismo
discurso de la mercancía. Si no les queda “terreno urbanizable” no pasa nada,
hay “terreno apto para urbanizar”. Y si no tienen “territorio urbanizable” ni “apto
para urbanizar” tampoco pasa nada, todo antes de parar la maquina, nada en
contra del progreso, ya que como dijo el Consejero de Medio Ambiente de Murcia,
Francisco Marqués, “nada prohibe la edificación en espacios protegidos” (La
Verdad, 15-05-05). Toda la palabrería neolinguistica como “sostenible”,
“ecológica”, “medioambientalista”…etc que sale en los documentos públicos del
PGOU significan todo lo contrario y ellos lo saben. Es solo la imagen
sostenible y ecológica que pretenden dar cuando todos sabemos que el ritmo de
vida del sistema capitalista solo nos conduce a la barbarie ecológica y social.
El desarrollo nunca es local, social o
sostenible, ya que el capitalismo nunca funciona en interés de la localidad, de
los oprimidos o de la naturaleza. Con su neolengua y sus mentiras van
metiendo la idea en el sujeto medio que caminamos hacia una sociedad ecologicamente
sostenible, nada más alejado de la realidad. Van introduciendo poco a poco en
el imaginario colectivo que vamos en el camino correcto cuando seguimos
destruyéndolo todo siendo la primera vez
en la historia que se ha logrado alterar el sistema ecológico y geomorfológico
global y no se ha hecho NADA por remediarlo. Lo único que se ha hecho es
cambiar el discurso con su neolengua mientras todo sigue igual. Por muchos
centros ecológicos de consumo que existan no significa que caminemos hacia una
sociedad ecológica, si no que lo verde vende.
Con
la deslocalización de la industria hacia países con mano de obra más barata el
turismo y el consumo se han convertido en prioridades políticas. Los edificios
históricos, la arquitectura moderna, los museos, el pasado se ha convertido en
un producto para vender, en una mercancía. Se crean marcas y logotipos
“culturales” con el fin de vender su mercancía. Los espacios públicos de nuestros pueblos y sus centros históricos se van
convirtiendo gracias a su turismo en áreas para el consumo. Ya no serán para
habitar y convivir si no para consumir. Todo tiene que formar parte del negocio.
Una vez se vea el negocio con claridad vendrán inversores, con los que es
imposible la competencia, a invertir capital atraídos por los poderes publicos
mientras el habitante autóctono sin huertas de donde poder alimentarse y sin
poder competir laboralmente con las grandes empresas lo único que le quedará es
vender su fuerza de trabajo por un salario miserable, mientras nuestros
políticos locales se pondrán la medalla de progreso y crecimiento. Las
consecuencias sociales serán a grandes rasgos: los contratos basura, la
expulsión disimulada de la población sin recursos, el control policial
generalizado y la eliminación de los mecanismos de protesta o participación. En
un espacio exclusivo para consumidores la única libertad que subsiste es la
libertad de consumo. Los pueblos se
convertirán en logotipos que vender, en empresas destinadas al turismo
destruyendo todo aquello que no entre dentro de esos parámetros como las
actividades agrícolas, los vestigios de la verdadera cultura o los restos de la
independencia de sus moradores todo aquello que no venda. El dinero que dejen
los turistas será quien de verdad determine toda la organización social
ciudadana y la normativa territorial común. La mercantilización del territorio es
deshumanizador por lo tanto un proceso
humanizador tendrá que ser desmercantilizador.
Lo que
exigimos como habitantes y viverenses que somos es que Viver sea un centro de
convivencia, una obra de arte conjunta de todos sus habitantes y no un centro
de consumo, donde cada uno de nosotros tenga algo que decir respecto a todo, ya
que son sus habitantes los que tienen
que construir los lugares en donde quieren vivir y no unos expertos venidos
desde fuera que nada entienden y que lo único que quieren es: hacer negocio.
No queremos que sea un centro de consumo, ni un centro turístico rural de
consumo que imite la vida rural de nuestros antepasados. Queremos que el
derecho de habitar prevalezca sobre el de visitar o consumir. Queremos que sea
un lugar donde la vida y la convivencialidad entre iguales se puedan
desarrollar en sus mas altas expresiones.
Santiago
Fernandez.
BIBLIOGRAFIA:
-Perspectivas antidesarrollistas.
2011. Miquel Amorós. Varias editoriales.
1 comentario:
Por desgracia hemos delegado nuestra vida a gente sin más moral que la del dinero. Ahora rotos los lazos de solidaridad y superada la capacidad de autorganización como clase, difícilmente podemos plantar cara a estos ataques. La verdad es que a todos nos ha sorprendido mucho lo ocurrido en gamonal. Nos da esperanzas de que algún dia despertemos del letargo y miremos a la cara a los que nos están haciendo la vida imposible. Y eso debe empezar en nuestros pueblos.
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