martes, 31 de marzo de 2015

¿Hubo revolución en España? Por Paco Madrid

Publicamos este articulo del historiador Paco Madrid extraído de la pagina de la Fundación Anselmo Lorenzo. El autor será el encargado de abrir las"2ª Jornadas sobre la Guerra Civil y la Revolución Social en el Alto Palancia" con su charla sobre "Los grupos de afinidad anarquistas. El embrión del anarquismo". En el articulo habla sobre el libro de Miquel Amorós "La Revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y los Amigos de Durruti", trabajo imprescindible para entender la contrarrevolución y la trayectoria revolucionaria de Joaquin Perez Navarro del que nos hablará Miquel en su charla "Joaquin Perez Navarro. Un miembro de Los Amigos de Durruti nacido en Los Calpes de Arenoso".


¿Hubo revolución en España?
En este país el estudio de las fuentes históricas nunca ha sido un tema que apasionase excesivamente a los historiadores. Además de ser un objeto de estudio excesivamente farragoso y complicado, tiene la virtud de no conceder al estudioso ninguno de los laureles que se otorgan de ordinario a los brillantes estudios realizados, en la mayor parte de los casos, con una documentación escasa y fragmentaria. Este hecho determina que un investigador que estudia un período concreto necesite comenzar su trabajo por el análisis de las fuentes necesarias para el mismo, estudio seguramente realizado, en mayor o menor medida, por los investigadores que le precedieron. Incluso se llega al absurdo de querer revisar la historia por el sólo hecho de haber encontrado un documento sensacional que en apariencia modifica todas las interpretaciones dadas hasta entonces. Todo ello nos demuestra que los estudios históricos no escapan al vedetismo, a la moda o a intereses aun más inconfesables.


El resultado de esta forma de hacer historia es un puzzle intrincado en el que nos encontramos con interpretaciones muy diferentes de un mismo hecho, apoyándonos en una documentación muy parecida. La crítica histórica navega generalmente por mares procelosos que generalmente no arriban a ningún puerto conocido –a veces ni siquiera desconocido–.
Si nos centramos en un período concreto, como fue la revolución española de 1936, un período corto, pero muy intenso, y por ello una magnífica cantera de la que extraer enseñanzas y un campo de estudio prácticamente ilimitado, el panorama que se nos presenta es todavía más desolador. Como ya se ha dicho tantas veces, posiblemente sea el período sobre el que más tinta se ha vertido en forma de artículos, folletos, libros, además de conmemoraciones, celebraciones, etc., y sin embargo, probablemente sea también el período histórico menos conocido, especialmente por lo que se refiere al movimiento anarquista.

Es evidente que la historiografía «oficial» no va a ocuparse de los problemas históricos que nos planteamos quienes estamos interesados en el estudio de los procesos revolucionarios. Se dedicarán a tareas que estén a la altura de sus inquietudes que no son otras que la justificación del presente, negando las luchas del pasado. Unos se dedicarán a poner en duda el proceso revolucionario, mediante técnicas muy sofisticadas; otros reduciéndolo a sus aspectos violentos, intentando con ello, por otros métodos, lograr los mismos objetivos: negar la posibilidad de la revolución. Además aquellos que apelan al carácter violento de la revolución se parecen sospechosamente al policía que denuncia al manifestante por agresiones porque se ha dislocado la muñeca al golpearle repetidamente con la porra. Incluso empiezan ya a insinuarse –con evidente desprecio de la inteligencia del lector actual– que el triunfo obrero sólo fue posible en aquellas ciudades en las que las fuerzas del orden se pusieron al lado de la república, como fue el caso de Barcelona, Madrid, etc. Una vez más se pretende negar el valor insurreccional del proletariado y su capacidad de respuesta frente a las agresiones del Estado.

Por ello nuestro trabajo histórico no debe basarse en enzarzarnos en inútiles polémicas sobre la violencia, porque eso supone aceptar la justificación que se busca, es decir, que los militares tenían razón cuando se alzaron en armas para hacerse con el control del Estado, que es en definitiva lo que se persigue. Así como tampoco debemos considerar prioritario la contabilización de los muertos que se hicieron desde uno y otro bando. Todo ello trata de ocultar la verdadera naturaleza del problema que para nosotros debe ser la de investigar si es posible una revolución basada en los postulados anarquistas.

En mi opinión ese es el fin que ha movido a Miguel Amorós al escribir su libro, recientemente publicado, La revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti (1). Recorriendo la trayectoria vital de Jaime Balius, periodista anarquista, el autor se adentra en el análisis de las causas que motivaron el fracaso de la revolución y la consecuente derrota. Los problemas que Amorós aborda no son nuevos, desde luego. Ha habido trabajos anteriores que ponían el acento en esos mismos problemas, con enfoques muy diversos, pero en este caso el autor ha dispuesto de una documentación que hasta hace algunos años era imposible, o muy difícil, consultar. Y en mi opinión una gran parte de esta documentación –muy valiosa para analizar el proceso revolucionario– debería haber sido ya editada y puesta a disposición de los investigadores.

Las cuestiones que se plantearon a los revolucionarios, inmediatamente después de ser aplastado el golpe de Estado de los militares, eran principalmente el poner en pie una industria de guerra, inexistente antes del golpe, transformando para ello algunas industrias en manos ya de los obreros en armas. Apoyar una economía colectivizada –tras el abandono de las fábricas por sus dueños y la mayor parte de los técnicos– y establecer la necesaria coordinación para que esta economía –con matices revolucionarios– no se hundiera en el caos. Pero lo más importante era intentar la formación de milicias que recuperasen los territorios que habían quedado en poder de los sublevados y asegurar el funcionamiento de los servicios esenciales en la retaguardia. Todo esto se consiguió, con sus errores y aciertos de todo punto lógicos dadas las circunstancias, en los primeros días, lo cual demostraba, sin género de dudas, el alto grado de preparación de los anarquistas.

Lo que sucedió a continuación, casi inmediatamente después del triunfo obrero en las calles, es lo que importa. Dejar en pie un Estado, aunque sólo sea como fachada decorativa frente a la opinión internacional, era una espada de Damocles y esto los anarquistas lo sabían por experiencia y por las cicatrices de sus carnes. En mi opinión, ese es el inicio de un proceso lento, pero inexorable, de recuperación de los poderes del Estado; apelar a que las circunstancias internacionales eran desfavorables para llevar la revolución a sus últimas consecuencias, como justificación de esta decisión, no sirve para demostrar nada ni tampoco para enriquecer nuestro conocimiento, porque en cualquier circunstancia que estalle una revolución, las condiciones políticas internacionales serán siempre desfavorables.
Lógicamente la misión del Estado –completamente desmantelado tras el frustrado golpe de Estado de los militares– sería la de recuperar paulatinamente sus competencias, especialmente en las materias que más le interesaban: la represión. Así debía convencer de la necesidad de un ejército profesional que sustituyera a las –según ellos– desorganizadas milicias: ¿las sospechosas derrotas de los primeros meses, se inscribe en este proceso? Procurar retomar el poder de la calle en manos de las patrullas de control: ¿la represión indiscriminada forma parte de este proceso? Y así sucesivamente hasta conseguir el poder total que al mismo tiempo suponía necesariamente la derrota, ya que la oposición al golpe militar se había hecho desde las organizaciones proletarias y no desde el Estado.

Las Brigadas Internacionales –cuya heroicidad nadie pone en duda– fueron, en mi opinión, la base material para la reconstrucción del «ejército popular» y uno de los fundamentos principales del poder del Partido Comunista, además del suministro de armas soviéticas directamente controladas por este partido. Si mi opinión es correcta, paradójicamente las Brigadas Internacionales se habrían convertido en la punta de lanza de la contrarrevolución estatalista y estalinista.


En líneas generales –salvo hipótesis más osadas o interpretaciones abusivas– todo esto es bien conocido. El problema reside en los factores que contribuyeron a convertir a una parte del movimiento libertario en cómplice inconsciente de todo este proceso. Uno de ellos fue sin duda la burocratización de la organización denunciada en reiteradas ocasiones no sólo por Balius y la Agrupación de los Amigos de Durruti, sino también por otros militantes de probada solvencia, como Camillo Berneri o André Prudhommeaux. A este propósito decía Berneri en una carta a su familia: «Es cierto lo que dices: la mayoría te aprecia porque saben que tienes un cierto prestigio [...] Aquí, porque he renunciado a determinados cargos, me consideran caído en desgracia. Piensan en esto aquellos que intrigan para fabricarse un nicho. Es increíble la cantidad de pequeños oportunistas que están entre nosotros» (2).


En definitiva, el trabajo de Miguel Amorós ha consistido en analizar este proceso de continuas renuncias que desembocaron en los hechos de mayo y en el desastre final. Desde luego la polémica está servida, pero creo que no tanto por los problemas que plantea y el análisis que elabora de los mismo, sino por haber escogido para ello un personaje muy controvertido –en mi opinión injustamente olvidado– y una organización que fue asimilada al trotskismo por las fuerzas de la reacción, tesis que sería luego recuperada por algunos anarquistas para tratar de desprestigiar las justas críticas que hacían al desarrollo del movimiento libertario. En efecto, Jaime Balius militó en las filas de Estat català en los años veinte, pero con el advenimiento de la república su acercamiento al anarquismo resulta incontestable. Por otro lado, la acusación de trotskismo a la Agrupación es completamente infundada y fue empleada por los comunistas para justificar la represión al POUM. Precisamente para explicar el asesinato de Camillo Berneri, el órgano oficial del Partido Comunista Italiano, editado en París, Il Grido del Popolo afirmaba con cruel cinismo: «Camillo Berneri, uno de los dirigentes del grupo de Los Amigos de Durruti, que, reprobado por la misma dirección de la Federación Anarquista Ibérica, provocó la insurrección sangrienta contra el gobierno del Frente Popular de Cataluña, ha sido ajusticiado por la Revolución democrática, a la cual ningún antifascista puede negarle el derecho de legítima defensa» (3).

Estoy firmemente convencido de que la crítica constructiva no sólo es necesaria, sino completamente imprescindible y que los anarquistas no debiéramos tener miedo a la misma. El ocultamiento de determinados hechos no puede beneficiarnos en absoluto y aunque se derrumben todos los mitos existentes, nuestra obligación es plantearnos los problemas a plena luz del día, porque cuando la defensa de una organización es más importante que la defensa de las ideas en las que ésta se sustenta, el fracaso está asegurado. Además, creo que muchos de los problemas a que se enfrentó el exilio libertario y más tarde la denominada transición española estuvieron provocados por esta falta de claridad y un debate serio sobre determinados problemas vitales para nosotros.

En resumen, un libro que debe ser tenido en cuenta y leído con especial atención. No conozco la mayor parte de la documentación que maneja, pero son sin duda fuentes de primera mano y el aparato crítico que adopta me parece bastante correcto.

Paco Madrid

Notas

1. Barcelona, Virus, 2003, 444 páginas

2. Pensieri e battaglie, París, (1938), páginas 260-261.
3. 20 de mayo de 1937

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de la lectura del artículo, me ha venido a la cabeza otro del periódico eldiario.es que habla del mismo periodo y habla sobre los historiadores del GRUPO PRISA
http://www.eldiario.es/cultura/libros/Guerra-Civil-todavia-narrada_0_365713812.html

BUEN CARTEL PARA LAS JORNADAS Y QUE SEAN MUCHAS MAS.
SALUD