jueves, 16 de abril de 2015

En no bemol.

La apuesta directa
En tiempo de elecciones son interesantes este tipo de obras para denunciar de una manera clara el coqueteo socialdemocrata que se está dando tanto en grupos que parecían más o menos autonomos hasta el momento, como en muchos que antes eran apolíticos(bien entendidos...). Desde las últimas promesas de los gurús tipo Pablo Iglesias, a las apuestas municipalistas, este libro recien salido  hace un repaso al proceso de creación de candidaturas de nuevo cuño. Esta reseña ha sido publicada en el blog de la revista Argelaga y escrita por Juantxo Estabaranz, coautor del libro.
En libro colaboran diversos autores  como  Jtxo Estebaranz, Octavio Alberola, Carlos Taibo, José Luis Carretero Miramar, Grupo de Reflexión para la Autonomía, Cul de Sac, José María Olaizola, Javier Encina y María Ángeles Ávila, Rafael Cid, Caries Sánchez y Socorro Pérez, Alfonso Álvarez y Paco, Federación de Estudiantes Libertarios. Epílogo de Mario Domínguez.

Pronto disponible en el Ateneo Libertario "Octubre del 36". 
A continuación la reseña.




A pocos días del comienzo oficial de la campaña electoral de los comicios municipales, y tras meses escuchando la misma música machacona, que ha pasado de cansino leitmotiv a un poco pudoroso autobombo, un repaso somero al proceso de creación de candidaturas de nuevo cuño al calor de los discursos que le han posibilitado, nos arroja un retrato nada ilusionador más cercano al fraude que al fracaso.
Al grano: el uso y abuso de análisis periodísticos de la situación presente, con la acuñación de expresiones de éxito como “Régimen del 78” y otros lugares ya comunes, ha inflado ciertas visiones en las que sus protagonistas se pretenden en paralelismo histórico con tiempos clave, imaginándose gobernar el barco de la Historia, cuando la realidad muestra que, al contrario, es la más burda corriente la que les arrastra a la deriva. El autoconsumo universitario de ardides como el de la “estructura de las oportunidades políticas” que tanto furor ha hecho en las Facultades de Políticas, ha colocado a estos aspirantes a elite caracterizados de opositores, en un lugar que les entrona como recuperadores conscientes de una ineluctable debacle de los movimientos. Y en cuanto a los de carácter sociológico, con especial énfasis en eslóganes del tipo “la ruptura que constituyó el 15M” son, a día de hoy, excusa no más que para marcar un estilo de época en el que la repetición de errores históricos elude la responsabilidad para con la memoria de las luchas. Junto a ello, la inclusión de un nutrido grupito de movimentólogos entre los aspirantes, ha complicado las retóricas autojustificantes con un cúmulo de palabrería que, mientras demuestra una notable capacidad de prestidigitación léxica, al mismo tiempo delata su distancia de las pulsiones populares y de las prácticas transformadoras.
De hecho, la lectura interesada del “somos el 99%”, ha sido el ariete para ir fabricando en los últimos tiempos una ideología ad hoc para quienes se han soñado “clase media para sí”, engendro del último estertor del desarrollismo. Pasando del apoliticismo a la apología de la correcta administración, la vuelta a fórmulas keynesianas, posibilitadas por sus redivivos pilares patriotismo y progreso, vende humo a una clientela que tragaría con todo. De esto, que los delirios tecnófilos de programas tipo C´s, obtengan similar crédito y compitan en votos por el mismo segmento de crédulos. A ello se suma la versión menor en tono “desarrollo sostenible” desplegada por otras candidaturas municipalistas, que sin llegar a los anteriores extremos, se conforma sin alardes y sin credibilidad, con aspirar a regular las ruinas. No por casualidad, éstas han nacido en municipios que por sus puras dimensiones materiales escapan a un posible diseño social alternativo.
Y de la vocación de mayoría del espíritu occupy, travestido como “fin del bipartidismo”, resta ahora la realidad de estabilizarse como opción minoritaria en el arco municipal. Quizá como mucho y en algunos lugares, esto pueda desestabilizar las balanzas locales obligando a mostrar cierto músculo de izquierda a las tradicionales formaciones socialdemócratas, pero de ahí a la modificación de sus políticas o a la alteración de las reglas del juego sistémico hay un abismo. De esto, que estas candidaturas hayan atraído a los restos del izquierdismo extraparlamentario contento con figurar en la foto, o que hayan salvado del naufragio a la más vil izquierda hundida. Y al compás de este proceso, han vuelto a la cotidianeidad las zancadillas, atajos, camarillas y pasilleo característicos del cáncer izquierdista.
Poco más de los nuevos estilos de “participación política” que pretendían haber nacido para renovar los repertorios de los movimientos, sin causalidad alguna con por la aparición de la nueva cacharrería electrónica como opción de consumo de masas y de relación mediada. Categorizando la improvisación como inmediatez y el no-lugar de la falta de ubicación en virtud, se encuentran habitualmente al borde del mínimo participativo, más allá del momento inicial de parloteo. De esto que la toma de decisiones bajo estos aparatos, se torne en mero plebiscito y, en la práctica, en herramientas de ratificación de apaños y tejemanejes al estilo de las clásicas asambleas amañadas de paraninfo, que tan bien parecen conocer sus dirigentes.
Faltan, entonces, bemoles para llamar a las cosas por su nombre y reconocer que, por encima de los discursos, se encuentran unas pobres prácticas que, si bien pueden enmascararse en la fraseología posmoderna al uso, no pueden ocultar sus marchitos contornos. Faltan bemoles para admitir que la deriva de estos dos últimos años ha supuesto una renuncia, y que la aventura de las candidaturas ha supuesto la puesta en práctica de una derrota, que ya ha mostrado su pútrida cara en el proceso de su constitución, y eso que aún no hemos llegado a la hora de la verdad de su gestión del mundo de lo posible.

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