Hace ahora una semana
de que en nuestro vecino pueblo de Navajas tuviera lugar una demostración de toques
tradicionales de campanas cuando decidimos reflexionar sobre este hecho.
Para algunos el recital
pudo tener un mero significado tradicional, folklórico si se quiere, pues se
interpretaron toques tradicionales de la antigua corona de Aragón de diverso
significado, desde aquellos más religiosos hasta los civiles, ilustrándonos cómo
el pueblo utilizaba una herramienta de comunicación directa para ahuyentar el
pedrisco, llamar al Concejo, anunciar un fallecimiento, etc., como parte de
nuestro patrimonio común en peligro de extinción. Y digo esto porque el hecho
de que sean interpretados de manera especial y no dentro de un contexto
cotidiano puede decir mucho de nuestra evolución como comunidad, especialmente
en referencia a nuestros cambios en la comunicación. Recuperar estos saberes,
esta cultura, es siempre digno de elogiar, más en los tiempos que corren, por
eso desde aquí aplaudimos esta iniciativa, pero por desgracia evidencia que la
comunidad que los creó por necesidad y los utilizaba día a día ya ha
desaparecido.
Como bien explica el
documento que se repartió en el acto, las campanas siempre han sido trasmisoras
de mensajes, de todo tipo, representantes de la idiosincrasia de cada pueblo,
pues en ningún sitio suenan igual. Su sonido representa un vínculo con nuestro
territorio más inmediato, un recuerdo de infancia, un sonido que se prolonga en
el espacio y en el tiempo, una cualidad enteramente humana. Y esta cualidad
humana es la que creemos hay que destacar.
Los que nos
consideramos críticos con la ideología del Progreso, totalmente aceptada sin
prácticamente análisis en la sociedad actual, pensamos que las campanas tenían
esa función, no solo práctica, sino también simbólica porque sonaban en la
escala de las relaciones personales hechas a medida, o sea, verdaderamente
humanas, entendiendo estas como reguladas y totalmente controladas por el
individuo que las crea y las utiliza.
Llevado esto al terreno
del urbanismo supone por ejemplo defender los pueblos frente a las ciudades,
las calles estrechas y plazas frente a las grandes avenidas dispuestas para el
automóvil, las casas de una planta frente a las celdas de los grandes
edificios.
En el caso de la
producción apoyar el producto y el comercio local, la biodiversidad frente al
monocultivo, la experiencia basada en la observación milenaria y la adaptación
natural en vez de la ingeniería agrícola y la química. Como muestra, antes se
hacían sonar las campanas para “ahuyentar” con las grandes vibraciones
producidas por estas la tormenta dividiendo las nubes, ejerciendo cierta acción
sobre los fenómenos a nivel atmosférico. Luego se hizo algún ensayo con
pólvora, y hoy en día son grandes avionetas pagadas por las aseguradoras
agrícolas las que bombardean el cielo con yoduro de plata.
En las relaciones
interpersonales más de lo mismo, pues tener un millón de amigos en Facebook no
significa en realidad pertenecer a ninguna comunidad, si acaso alimentar una
mentira para precisamente no hacer evidente la agonía de nuestros lazos
personales.
Todo ello significa en
el ámbito de la comunicación, que es el que nos ocupa, defender las campanas,
los bandos, las albadas, las jotas; frente a los teléfonos móviles, el modelo
de comunicación que ofrecen las redes sociales, Internet y el resto de la
tecnología. El llamamiento a Concejo o reunión asamblearia del pueblo, del
Ayuntamiento, etc., se hacía mediante un singular repique, mientras hoy en día
nos descargamos en el móvil la app
del e-bando. Con lo que se evidencia una “evolución” que en estos casos no ha
sido, a nuestro parecer, la acertada.
Sin darnos cuenta
estamos construyendo una idea que enlaza con dos de las principales críticas
que se están haciendo en este momento en la comarca a esta Ideología, la de la
antena móvil de Altura y la de la oposición a Dafsa y el proceso de degradación
del territorio y mercantilización del agua, lo cual pone de manifiesto nuestras
más evidentes incoherencias internas, pero nos muestra de manera sencilla la
diferencia entre una comunidad integrada en su medio, que aceptaba su
naturaleza, y otra que manipula a sus anchas el medio ambiente, esquilma sus
recursos, urbaniza el territorio y destruye su pasado.
Concebir la realidad
integrada del desarrollo tecnológico más voraz, devastador de energía, junto
con la protección del medio ambiente resulta cuanto menos in-sostenible, por lo
que lo más “radical” puede llegar a ser en estos casos lo más sensato. Vivir en
comunidad, proximidad, sobre unas relaciones sociales sólidas, donde la
movilidad quedará reducida a su mínima expresión y con ella la necesidad de
comunicación a grandes distancias, ¿acaso no resultaría más coherente? Que
dichas comunidades hicieran un uso racional del agua, aunque fuera para
elaborar zumos a pequeña escala, y dejaran correr esta por su cauce natural, ¿no
parece más sensato que producir para todo un Estado o parte del mundo desde un
solo punto?
Con todo ello no
queremos ser reduccionista ni simples ofreciendo una imagen bucólica del
pasado, pero si la Historia tomó este rumbo en según qué cosas no fue por
inercia. La ideología del Progreso no encuentra ningún obstáculo en su camino
porque se presupone neutra, pero obedece a un determinado modelo social,
económico, ahora también cultural, etc. llamado capitalismo. Si no se hubiera
“evolucionado” en este sentido se habría hecho hacia otro y no necesariamente
tendría por qué haber sido peor. Destapar esta falacia resulta una ardua pero
necesaria tarea.
En este punto podemos
afirmar que el ser humano no habita ya ni el tiempo ni el espacio, si acaso lo
utiliza según su voluntad, como tampoco habita el sonido (la comunicación)
sencillamente porque como hemos visto, y debido a su proporción, ya no es dueño
de estos, pues ya no le pertenecen.
Que escuchar las campanas
nos sirva de inspiración…
Thymus
vulgaris
3 comentarios:
Muy buen artículo Thimus, las campanas han servido a una comunidad histórica que ahora no existe, pero que es posible recuperar a pequeña escala, o por lo menos nunca hay que dejar de pensar en esa posibilidad. Esta sería una cuestión a recuperar debido a la importancia en un mundo no tecnológico de elementos comunicativos colectivos. Como te comenté el otro día muchos de esos campanarios no han pertenecido directamente a la iglesia desde sus orígenes, pero la iglesia se apropio de elementos sociales que le proporcionaban control sobre la vida, este es un caso significativo. Al paracer el campanario de Segorbe era de uso civil en sus inicios pero los curillas se lo apropiaron de manera indebida. Estaría bien una campaña por la recuperación del campanario como uso exclusivamente civil ajajjajajajajaj.
Saludos y ánimo.
Miguel Rivas.
Gracias por la aportación compañero!! Sería estupendo saber más al respecto.
Que buena reflexión, es un claro ejemplo de la involución social a la que estamos asistiendo en la cual se ha pasado del pensamiento colectivo y social, como una llamada con repiques a una asamblea del pueblo, a un pensamiento de puro individualismo que nos hace, a pesar del amplio abanico de redes sociales, incapaces de comunicarnos de manera natural.
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