domingo, 17 de enero de 2016

Reseña de "Los obreros contra el trabajo".

Para comprender un poco más el documental que vamos a presentar en el Café Da Capo (Altura)  el sábado 23 de Enero, pasamos esta pequeña reseña del Grupo Etcétera sobre el libro de Michael Seidman "Los obreros contra el trabajo". Con la excusa del documental puede surgir un debate muy enriquecedor que verse sobre diferentes cuestiones relacionadas sobre el trabajo asalariado y la cuestión de la revolución. Para entender la crítica al trabajo asalariado hay que contextualizarla en el tiempo y ver como se ha ido fraguando, sobre todo dentro del proceso de revolución social que vivió la península ibérica. Los absentismos, los sabotajes de la producción, las falsas enfermedades... fueron algo más que simples métodos aislados desconectados de la cuestión política y que nos pueden ofrecer una idea diferente a la mostrada por los historiadores marxistas/progresistas que no le dieron importancia a estos factores significativos.
A continuación la reseña.


Michael Seidman. Los obreros contra el trabajo; Barcelona y París bajo el Frente Popular. Pepitas de calabaza, 2014
Los obreros contra el trabajoHará más de 30 años, sería a finales de los años 1970, pasaron por Barcelona compañeros franceses i norteamericanos, jóvenes revolucionarios con los que manteníamos correspondencia y con los que trabamos amistad y complicidad intelectual. En aquel momento una de las cuestiones mayores de debate eran los cambios internos al modo de producción capitalista y las nuevas formas de lucha y de resistencia obrera. Entre estas, la aversión de los obreros al trabajo, su lucha contra el espacio-tiempo fabril. En EEUU, John Zerzan en su opúsculo «Un conflicto decisivo: las organizaciones sindicales combaten la revuelta contra el trabajo» (1975) recogía datos de esta revuelta en forma de absentismo, huelgas de celo, sabotaje, indiferencia… Lo mismo estaba sucediendo en Inglaterra, Francia y los países desde el punto de vista capitalista más desarrollados. La discusión era enconada. Para unos se trataba de nuevas formas de lucha que subvertían el orden productivo asalariado mientras para otros eran expresión de debilidad al no impulsar la acción colectiva de los obreros, la única que podía acabar con el trabajo asalariado. Echanges et Mouvement recogió este debate en su opúsculo «Le refus du travail: faits et discusions».
Entre los compañeros que pasaron por Barcelona, unos traían ya un texto de crítica al trabajo, «La fin du travail». Otro lo acabaría de escribir más tarde. Se trata de «Workers against work», libro que Michael Seidman editaría en 1991, y que finalmente aparece ahora en castellano gracias al buen hacer de Pepitas de calabaza.
Se trata de un estudio comparativo de estas luchas contra el trabajo que tuvieron lugar en las fábricas de Barcelona y de París durante la guerra y la revolución españolas de 1936 y durante el gobierno del Frente Popular de 1936 en Francia. La tesis, bien simple: los obreros en su mayoría están en contra del trabajo incluso en aquellas circunstancias en que son sus mismos representantes los que ostentan el poder político y económico. Las más de 500 páginas abundan sobre estos hechos en las dos ciudades referidas, con diferencias notables entre las burguesías y los movimientos obreros de ambas, reflejo de la distinta fase del modo de producción capitalista en cada una, aunque hablemos de los mismos años.
En Barcelona, una burguesía débil, producto de una tan solo incipiente revolución burguesa que tiene aun pendiente la reforma agraria, la división de poderes, la separación de la Iglesia y el Estado y con un débil desarrollo de las fuerzas productivas, encarará una clase obrera combativa, cuyas organizaciones estarán por el desarrollo de estas fuerzas productivas y de los medios de producción, mediante la colectivización de las empresas. Estas organizaciones participan de una ideología progresista y productivista que echará en cara a la burguesía su atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas, y aupará al sindicato como arma de la revolución.
En Paris, la burguesía se afirma con fuerza, resueltas ya las cuestiones de la revolución burguesa antes referidas, y desarrolla las fuerzas productivas. A diferencia de España aquí ya se ha implantado el taylorismo, la concentración de empresas, la cadena de montaje… estamos en otra fase del modo de producción capitalista. En tal situación la clase obrera luchará no por la colectivización o por la cogestión sino por la semana de 40 horas y el mes de vacaciones, que conseguirá bajo el gobierno Blum de 1936.
Durante la revolución española iniciada en julio del 36, la CNT, organización obrera anarcosindicalista es hegemónica en Barcelona, Enfrentada al alzamiento militar gana la calle y tiene en sus manos el poder político que en pocos días irá a compartir con las otras fuerzas republicanas en un frente antifascista. La CNT, sus militantes se apoderan de los medios de producción, colectivizan las empresas en su mayor parte abandonadas por los empresarios y emprenden la tarea de racionalizar, modernizar y estandarizar el aparato productivo para modernizar una industria atrasada en las condiciones de guerra y de revolución. Introducen el taylorismo, la OCT y la vinculación del salario a la producción. Combaten la resistencia obrera de los trabajadores no militantes que quieren trabajar menos y cobrar más. Este rechazo al trabajo coge las formas de sabotaje, hurtos, absentismo, ritmo lento, impuntualidad, bajas de enfermedad fingidas, indisciplina, indiferencia, lunes santo… Contra ello sus representantes emplearán la propaganda a favor del trabajo bien hecho y un discurso moral contra la holgazanería, reintroducen el trabajo a destajo, introducen los despidos, los exámenes médicos, los incentivos y los campos de trabajo.
Durante el periodo del Frente Popular iniciado en mayo de 1936, los obreros parisinos de los importantes ramos del automóvil, la aviación y la construcción, con grandes empresas como la Renault que en su fábrica de Paris suma más de 30.000 obreros, luchan también por más salario y menos trabajo. Oleadas de huelgas al comienzo del Frente Popular. Por primera vez ocupan las fábricas hasta conseguir, no el control obrero, sino la jornada de 40 horas, el fin de semana y las vacaciones pagadas. El ocio ocupará el espacio-tiempo posterior a las horas de trabajo: coche privado, turismo de masas.
Seidman viste su tesis de la aversión de los obreros al trabajo –incluso cuando sus organizaciones detentan el poder político y económico– con gran profusión de datos, quizás en exceso dispersos, lo que no ayuda a ver la amplitud del fenómeno estudiado. Excesiva quizá también la separación entre obreros de base y militantes, y la separación entre los acontecimientos político-sociales y la actitud de los obreros en las fábricas. Una menor separación entre su vida laboral y lo que pasaba en la calle explicaría también, más allá de esta constante aversión al trabajo, la desafección y el desinterés de aquellos que apostaron por la revolución social y vieron como a grandes pasos se iba reconstituyendo el poder de la Economía y del Estado.
El libro de Seidman, en su indagación sobre la resistencia de los obreros al trabajo en las fábricas de Barcelona y París, es un estudio de las clases trabajadoras de España y Francia en los años 30 del pasado siglo. Estudio de las ideologías revolucionaria y reformista respectivamente. Estudio del anarcosindicalismo y su ideología productivista que ponía el trabajo y el desarrollo de las fuerzas productivas como meta y el sindicato como arma de la revolución.

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