miércoles, 24 de febrero de 2016

Fashion victims

           "El capital moriría si, todas las mañanas, no se engrasasen las ruedas de sus maquinas con aceite de hombre
  • Jules Vallès 


              Una vez más el programa de televisión "Salvados" de Jordi Évole logra ser lo más visto en la noche del domingo pasado.  Pudimos observar durante una hora, indignados sentados en nuestros cómodos sofás, la otra realidad de la fantasía que nos ofrecen las tiendas de moda en las que compramos. Durante una hora estuvimos pensando que deberíamos hacer algo, pero el mundo del espectáculo nos vende imágenes en las dosis justas para canviar nuestros sentimientos con cada vez mayor rapideza. La noche del domingo nos indignamos por aquello, anoche disfrutemos viendo "A mi manera" para calmarnos un poco los ánimos y el resto de semana entre alguna que otra pelicula y sus diversos programas acabaremos olvidandolo, no vaya a ser que lleguemos a adquirir conciencia social y acabemos saliendo a la calle.  


        Aprovechando la indignación que desde mi cómodo sofá yo también sufrí y comparto las siguientes reflexiones. El sistema de explotación que vimos es el mismo sistema que el nuestro, todos formamos parte de lo mismo. Más que en un sistema de explotación vivimos en un sistema de competencia generalizada. La lógica mercantil del capitalismo es una gran apisonadora que convierte en valor económico todo aquello que pasa bajo su rueda de destrucción. Parece que todo aquello que sea competitivo sea algo positivo. Los políticos nos recuerdan que hay que ser competitivos para poder estar en “primera línea”. En el trabajo hay que ser el mejor si quieres conservarlo, en el "ejercito de parados" hay que ser el más preparado si quieres conseguir que te exploten. Siempre hay que estar con "mil ojos" para ascender un poco más en la escalera social y que no sea el de tu lado quien lo haga. Pero en la sociedad en la que vivimos lo que no te dicen los apologistas de esta es que siempre habrá alguien que tenga que quedarse en la planta de abajo a sacar la basura. El problema es que quienes se quedan en la planta baja cada vez son más. 

              Vivimos en una guerra competitiva que lleva siglos generando miserias. Han artificializado el mundo para sus propios intereses. Desde el s. XVIII a través de los cercamientos de tierras comunales estamos viviendo un proceso de privatización de todas las necesidades básicas para la vida, que sigue su curso y seguirá si no hacemos nada por pararlo. El objetivo era crear la miseria suficiente para formar un "ejército de reserva de parados" para empujarlos hacia el trabajo en las fabricas y así poder enriquecer a la burguesía a costa de los demás. La miseria de los trabajadores siempre ha sido un objetivo esencial de la industrialización. 

              En “Fashion Victims” vimos como se sigue desarrollando este sistema. Comunidades rurales destrozadas a propósito sin capacidad para poder llevar la vida tradicional que durante siglos les permitió vivir, sus miembros son ahora arrojados al sistema industrial textil que los exprime de una manera brutal para que la nueva burguesía (la clase media del “primer mundo”) pueda desahogarse comprando sucedáneos textiles. Abocados a grandes ciudades donde la salubridad brilla por su ausencia, jornadas interminables, una competitividad brutal, falta de derechos laborables, personas tratadas como mercancías, mucha inseguridad… nos recuerda a la Inglaterra del s. XIX. Este es el progreso que nos venden. En la Inglaterra decimonónica se pueden encontrar comentarios de la burguesía que estudiaban cuanto le podían pagar a un obrero para que pudiera ser empujado de nuevo a la fabrica, procuraban pagarle cuanto menos mejor y elaboraban teorías para autoconvencerse que les estaban haciendo un favor (1). Justo lo que siguen haciendo hoy en día: ¿No será mejor que estén en la fábrica que prostituyéndose? Cuando lo han destruido todo, lo único que te queda es ir a la fábrica y encima parece que les tengas que estar agradecido. 

           

A medida que avanzamos en el tiempo, y esto no se para, la locura competitiva va a más y las personas tanto del “primer mundo” como del “tercer mundo” no son capaces de adquirir una conciencia de lo que está pasando. Muchas veces nos identificamos más con el poderoso que con quien está a nuestro lado ya que depende del primero darnos trabajo y con el segundo tenemos que competir para conseguirlo; todavía seguimos creyendo en las “buenas intenciones” de la ayuda al desarrollo de los países ricos a los países pobres; y la gran mayoría de las veces los desheredados de los países del "tercer mundo" no son conscientes de donde viene su miseria, y lo que quieren es producir más, ser aun más competitivos  y alimentar una rueda que, por más que ruede, solo puede ir a peor. Debido al complejo mundo que hemos creado y nuestra cada vez más preocupante capacidad de imaginar otras posibilidades  de existencia no logramos, o no queremos darnos cuenta, de la realidad. En el “primer mundo” compramos las mercancías de que nos traen de fuera a unos precios y unas calidades irrisorias gracias a los pantanos de petróleo barato, la explotación y la competencia generalizada sobre los que nuestro sistema se asienta. Productos que antes fabricábamos o cultivábamos nosotros y que ahora han deslocalizado. 

         La miseria y las cadenas que nos imponen son para todos. La degradación laboral, social, ambiental…etc se producirá tanto aquí como allí, nadie escapa. Aquí se produce una tercerización de la economía que causa prácticamente los mismos males que la industrialización de aquellos países. También aquí vemos cada vez más la destrucción ambiental, las jornadas interminables, los sueldos de miseria, la miseria en las ciudades… hay que ser competitivos. 

         Las empresas, al crecer, acaban deslocalizando su producción. Es algo que el sistema requiere. Para llegar a lo más alto, para ser competitivo tienes que buscar cada vez una producción más rápida y más barata. Los empresarios se quitan la culpa autoengañandose de que el sistema es así y el lo único que hacen es adaptarse. Todos tenemos la culpa, en mayor o menor medida, del sistema en el que vivimos. Unos por adaptarse, otros por colaborar y los demás por mirar hacia otro lado. Autoconvencerse de que el sistema es así y que no se puede hacer otra cosa que adaptarse es acabar siendo como Eichmann, un burócrata que solo cumple las ordenes que le llegan desde arriba sin cuestionarse la moralidad y las consecuencias de sus acciones, el hombre maquina de organización. Eichmann del nazismo y los empresarios del Capital. 

         Para acabar, lo que más curioso me ha resultado del reportaje han sido los modos de producción que empleaban en Galicia las grandes marcas del textil con los talleres. Mujeres que llevaban a cabo, en ambientes rurales, pequeñas economías de subsistencia como vender quesos y huevos caseros que les permitía tener una cierta independencia, acabaron montando talleres debido a la demanda que había y cerrándolos al poco tiempo por la constante presión ejercida sobre ellas. En esos talleres cada vez les pedían mayor producción a costes cada vez más baratos y exclusividad total para un solo cliente, agobiando a la empresa hasta limites imposibles y haciendo que pierda a todos los demás clientes. Es un método que se ve mucho por todo el litoral valenciano. Exprimieron a los talleres y a las mujeres que trabajaban en ellos y cuando no les intereso se llevaron la producción a otra parte.  

     
 En Asia ya se está estudiando alargar las 24 horas del día para tener más horas y ser más competitivos; en el Estado español están estudiando alargar los horarios comerciales; se están impartiendo cursos de gestión del sueño para cada vez dormir menos ya que hoy en día dormir es perder el tiempo; hay empresarios que quieren que trabajemos como chinos y se deben de lamentar de que las condiciones de trabajo de aquí no sean las mismas que las de aquellos países; en nuestra comarca hay gente que vive pendiente de su móvil por si le llaman para trabajar en una hora...etc. ¿Hasta donde llegará esta locura de la competencia? Al final tendremos que hacer como Bartleby no alimentar  a la maquina y "preferir no hacerlo". 


Santiago Fernández

1.-Es un hecho bien conocido que la escasez, en su justa medida, es un motor de la industria, y que el obrero que pueda subsistir con solo tres jornadas de trabajo, se pasara ociosos y ebrio el resto de la semana. De forma imparcial, podemos aventurar que una reducción de los salarios en la industria de la lana constituiria una ventajosa bendicion nacional sin implicar un verdadero perjuicio para los pobres. Por tal medio, podriamos hacer que prosperase nuestro comercio y que se mantuvieran nuestras rentas, librando al mismo tiempoo a esta gente de sus vicios. 

J. Smith, Memoirs of Wool (1747), citado por E.P.Thompson en La Formación de la clase obrera en Inglaterra (Capitan Swing, 2012)


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