martes, 20 de diciembre de 2016

El corazón de todo lo existente

"Impondrían su voluntad a todos los hombres y a todas las cosas aunque les fuera la vida en ello.[...] Aunque matara a mil de ellos, se levantarían como las arenas del mar y se lanzarían sobre él cada vez en mayor número. No sabían entender la derrota. Ese era su defecto y esa era su virtud. Y ahí era donde fracasaban los de su propia raza. Ahora comprendía al fin cómo un puñado de predicadores de la palabra de Dios y de la palabra del ron se habían apoderado de todas sus tierras. Era porque..."  
                                                                
  Koolau el leproso. Jack London.

Cuando en 2015 Capitan Swing editó en castellano El corazón de todo lo existente”, de Tom Clavin y Bob Drury, enseguida me interesé por el libro hasta que en marzo de 2016, después de ver la película El renacido, lo leí. Yo tenía la versión idílica de los indios de la película Bailando con lobos, y este libro fue para mí como si me echaran un jarro de agua fría. A través del cine western siempre hemos recibido una imagen muy peyorativa de los indios. Pocas películas han relatado con veracidad la realidad india pero no nos engañemos, el cine sirve a unos intereses y pocas películas históricas están estrictamente ceñidas a la realidad. El corazón de todo lo existente trata sobre la historia de Nube Roja y su pueblo vista desde una perspectiva india, algo que en pocas ocasiones se hace y por ello este trabajo me ha parecido sumamente interesante.

Nube Roja y los suyos fueron los únicos indios de la historia en derrotar al Ejército de los EE.UU en una guerra, obligando al Gobierno a procurar la paz bajo los términos impuestos por los indios. En la cima de su poder, los sioux llegaron a reclamar el control sobre una quinta parte de lo que seria los Estados Unidos gracias a un ejército de miles de guerreros.

Cuando los europeos llegaron a Norteamérica lo que se encontraron fue una serie de tribus nativas enfrentadas entre sí. En un principio estas no representaron ningún peligro para los blancos ya que estaban más preocupadas en sus antiguas guerras que en prestar atención a la invasión que estaban sufriendo desde el otro lado del océano. En un principio las únicas molestias que pudieron tener los blancos con los indios fueron saldadas con el pago de un peaje por el paso por sus tierras en forma de café, azúcar, whisky… pero con el tiempo, y con la continua conquista del oeste y el establecimiento de cada vez más rutas y puestos comerciales, la cosa se fue poniendo más seria.

El mundo, tal y como lo conocían los indios, estaba cambiando de una manera radical con la llegada del hombre blanco. Los nuevos norteamericanos tuvieron que hacer seguras las rutas por las que pasaban los colonos y para ello los agentes indios (antiguos colonos comerciantes de pieles que habían establecido contactos con los indios y eran respetados por ellos) tuvieron que ir convenciendo a las diferentes tribus para reunirlas y llegar a acuerdos para que respetasen a los nuevos comerciantes de las rutas a cambio de mercancías anuales. Para los nativos la firma de un papel no tenía ningún valor y aunque en un principio, supuestamente aceptaban las condiciones, en su imaginario no entraba que ellos tuvieran que dejar el estilo de vida que llevaban siglos practicando y encima si eran gente ajena a ellos quien se lo exigía. ¿Cómo iban ellos a asentarse en un lugar concreto? ¿Quiénes eran esos blancos para decirles lo que debían hacer, por donde debían pasar? ¿Qué arrogancia tenían los nuevos colonos para decirles a ellos que debían respetar y que no? Los nuevos norteamericanos tenían una arrogancia y un paternalismo hacia los indios que todavía hoy subsiste. Los indios no tenían alternativa. En la ola de “progreso” y “civilización” que se les venía encima no había alternativa posible, sus formas de vida no tenían lugar en el nuevo sistema, o se adaptaban o morirían. El senador James Doolittle de Wisconsin, ardiente defensor de la paz dijo en un discurso: “¿Hay que introducir a los indios en reservas y civilizarlos, o exterminarlos?” y el auditorio respondió “¡Exterminarlos! ¡exterminarlos!”.

En la conquista del oeste se cometieron barbaridades en nombre del “progreso” y la “civilización”. Hicieron una masacre tanto de castores como de búfalos mientras iban arrinconando cada vez más a los nativos acabando con sus alimentos y haciendo sus vidas cada vez más difíciles mientras les exigían respeto. En el nuevo sistema que se estaba imponiendo la domesticación de la naturaleza, como una mercancía más para obtener un rendimiento económico, era algo esencial. El arrinconamiento que se hizo de los nativos, la degradación de sus estilos de vida y la domesticación de la naturaleza es algo que se sigue haciendo en la actualidad tanto con otras tribus indígenas como con otras especies de animales, en más o menos, las mismas condiciones, exigiendo de aquellas respeto y comprensión hacia la ola destructiva y “civilizatoria”. El general William Tecumseh Sherman dijo: “No vamos a dejar que unos pocos indios ladrones y andrajosos frenen y detengan el progreso. Tenemos que actuar con ánimo serio y vengativo contra los sioux, incluso hasta lograr su exterminio: hombres, mujeres y niños”. En nombre del progreso se cometen barbaries mucho peores y más a gran escala de las que dicen combatir.

En un principio los nativos comerciaron con los nuevos colonos pero poco a poco diversas tribus empezaron a tomar conciencia y a rechazar estos intercambios. Durante unos años se aislaron y experimentaron un florecimiento de su antigua cultura pero hubieron otras que empezaron, cada vez más, a depender de los nuevos colonos. Las primeras tomaron una gran conciencia de las mentiras de los colonos y hartos de promesas incumplidas y conscientes de que todos esos tratados solo eran estrategias de aquellos para acabar con sus formas de vida y exterminarlos decidieron hacerles frente. Como dijo Nube Roja: "El hombre blanco me hizo muchas promesas, pero solo cumplió una. Prometieron quitarme mi tierra, y me la quitaron".

Nube Roja, un ya veterano jefe sioux  por aquel entonces, estableció alianzas con otros jefes de su tribu para organizar un ejército nativo y dar un golpe lo suficientemente fuerte para que los nuevos colonos se marcharan definitivamente. No fue nada fácil. La cultura guerrera de las tribus nativas era muy diferente a la concepción de la guerra europea. Los nativos estaban acostumbrados a dar golpes pero no a mantener guerras en el tiempo, tenían tiempos para la guerra y para la caza. Que las tribus aceptaran una disciplina y una estrategia bien elaborada, para actuar conjuntamente ante un ejército muy bien armado con tecnología moderna contra sus primitivas armas, fue realmente muy complicado. Tuvieron que entender ciertas cuestiones para poder hacer frente a su nuevo enemigo. Los nuevos norteamericanos despreciaban a los indios y cada nuevo coronel que llegaba estaba decidido a acabar con todos ellos pero el ejército nativo iba adquiriendo una estrategia y una disciplina que unida a la extrema crueldad india contra sus enemigos los dejaba aterrorizados. En un principio hicieron guerra de guerrillas para ir poco a poco ir acostumbrándose a combates más a campo abierto. Las páginas del libro anteriores a la masacre de Fetterman están relatados de una manera que el lector puede hacerse una idea del miedo extremo que debieron pasar los soldados respecto al ejército indio, se mascaba la tragedia.

Pero su triunfo en la guerra no significó el respeto hacia sus formas de vida ya que la “civilización” seguía engulléndolo todo, tenía demasiado poder y demasiados frentes por los que podía llegar a realizar sus pretensiones. La lucha contra todo ello no dependía de lo militar exclusivamente y eso Nube Roja acabó comprendiéndolo viendo como “Ahora nos estamos derritiendo como la nieve en las laderas, mientras que ustedes están creciendo  como la hierba de primavera”. A pesar de haber ganado Nube Roja acabó en una reserva india, pero esa historia la dejo para quien quiera leer el libro. Salud


                                                                                                                      Santiago Fernández

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como destripas los libros, santiaguín!!. (je-je).