Recuerdo hace
unos años, mientras estaba haciendo zapping, deje unos instantes el Reality Show de “Perdidos en la tribu” y pasó algo que llamó mi atención. En ese
programa, en el que unos africanos de una tribu se hospedaban con una familia
del estado español, mientras iban por la calle uno de los africanos vio a un
mendigo tirado en la calle y fue corriendo a ayudarlo, la familia de españoles
corrió tras él para disuadirlo de que no lo hiciera y les costó lo suyo
convencerlo. El africano dijo que ese hombre estaba enfermo y que había que
ayudarlo, que como era posible que estuviese allí tirado, y la gente pasando, y
nadie hiciera nada. Después le explicaron que era un vagabundo, que no estaba
enfermo. Al africano le costó mucho comprender como en un país rico, como puede
ser España, haya gente que viva en la calle y que nadie les ayude, el creía que
aquí todos somos ricos.
Esta anécdota,
entre otras muchas más, me ha venido a la cabeza mientras leía el interesante
libro de Sebastian Junger “Tribu. Sobre vuelta
a casa y pertenencia”. En cuanto leí la sinopsis del libro me llamó la atención
y su lectura, a pesar de la brevedad del libro, no me ha defraudado en
absoluto. Había leído muchas críticas a la sociedad moderna pero esta, que hace
una breve comparación entre las diferencias entre la vida comunitaria de
nuestros ancestros más lejanos y nuestra vida moderna, me ha causado verdadera
impresión. Es más, hice un paréntesis en la lectura de “El apoyo mutuo” de Kropotkin para la lectura del libro de Junger y
después continúe aquel por donde lo había dejado que no era otro capítulo que
el de “La ayuda mutua entre los salvajes”,
por lo que todo este tema llevo unas semanas dándole vueltas en mi cabeza. También
he vuelto a releer el libro de “El
Corazón de todo lo existente” la historia de Nube Roja que viene también al
caso. Además todo ello se mezcla con las ultimas visiones que he tenido de “Bailando con lobos”, un hombre que
prefiere la vida comunitaria con los indios que lo que le ofrecía la soledad de
la sociedad moderna que empezaba a desarrollarse; de “El Renacido”, otro hombre que se junta con una mujer india y se
queda a medio camino entre una forma de vida y la otra; y de “Acorralado”, un soldado de elite de la
guerra de Vietnam que no encuentra su sitio en la individualista sociedad
moderna y echa en falta la vida comunitaria que le ofreció la guerra.
Está claro,
aunque no seamos capaces de verlo, vivimos en una sociedad en la que la
enfermedad mental está a la orden del día. Aunque la felicidad sabemos que es
subjetiva, y difícil de medir, la enfermedad mental no lo es y numerosos
estudios interdisciplinares nos confirman que nuestra sociedad tiene altos
índices de ansiedad y depresión de los individuos que la componen. El consumo
de estupefacientes, legales e ilegales, ansiolíticos y demás medicamentos es
algo alarmante. La descomposición de todo tipo de vida comunitaria, las rutinas
de la vida moderna, la competitividad asfixiante que cada día nos ahoga más, el
individualismo al ultranza, la poca empatía hacia nuestros iguales, nuestra
incapacidad de ponernos en el lugar de los demás, la falta de objetivos en la
vida tanto comunes como individuales en una sociedad que nos lo impide, etc… está
haciendo que los niveles de ansiedad y depresión se hayan disparado. Todo ello
es lo que hace que suplamos todas esas carencias con diferentes actividades
como el consumo, el deporte, la ya mencionada ingesta de medicamentos, la
pertenencia a grupos sociales de todo tipo, etc… la idealización que hacemos de
todo aquello que no conocemos de manera directa también es fruto de nuestro
malestar social, es nuestra utopia de escape. Además de todo esto, el
individualismo y de la quiebra de los vínculos sociales hace que proliferen conductas
totalmente antisociales.
“La
sociedad moderna ha perfeccionado el arte de hacer que la gente no se sienta
necesaria” por ello es por lo que existe un malestar que muchas veces no
percibimos. Ya durante la colonización de América se dieron infinidad de casos
en los que los europeos se pasaron a formar parte de las tribus indias como en
la película ya mencionada más arriba “Bailando
con Lobos”. Ello desconcertó a muchos pensadores occidentales ya que según
su visión ¿Cómo era posible que llegados al grado de desarrollo de la sociedad
occidental, y la supuesta superioridad de esta frente a formas de vida
anteriores como las de los indios, se diera un fenómeno en el que muchos
europeos preferían vivir con aquellos? La “naturaleza
profundamente comunitaria de una tribu india ejercía una atracción con el que
las ventajas materiales de la civilización occidental no podían en modo alguno
competir”. Sigmund Freud en su ensayo de 1930 “El malestar de la cultura” manifestaba su desconcierto ante la
tendencia de los humanos a la idealización de condiciones de vida más sencillas,
y a veces primitivas, y lo achacaba a la insatisfacción causada en el ser
humano en nuestras sociedades modernas.
¿Qué es lo que
hace nuestra sociedad tan poco atractiva que hace que desastres naturales y
guerras sean echadas de menos, en innumerables ocasiones, por los individuos que
las vivieron? La sociedad moderna, a la vez que a muchos nos ha liberado de la
pobreza material y de la guerra, en vez de habernos dado mayor salud mental lo
que ha hecho, al producir seres atomizados, es agravarla: “A menudo que las sociedades se hacen más ricas, tienden a exigir más,
en lugar de menos, tiempo y compromiso al individuo, y es posible que mucha
gente sienta que la riqueza y seguridad simplemente no son un buen trueque a
cambio de la libertad”. Las horas de trabajo han aumentado
considerablemente década tras década. La sociedad moderna no ha creado
excedente de tiempo libre, pese a todas las promesas que las elites nos han
hecho. Si comparamos las horas destinadas a la búsqueda de alimentos y las
horas de recreo de las antiguas tribus, y las horas de trabajo y de ocio
actuales, veremos que las diferencias son abismales. La modernidad lo que ha creado
es “un ciclo desesperado de trabajo,
obligaciones económicas y más trabajo”.
Lo que ha
pasado, sorprendiendo a muchos psicólogos y estudiosos del tema, es que cuando
hay una guerra o un desastre natural las enfermedades mentales, la ansiedad y
las depresiones disminuyen considerablemente. La pertenencia a una comunidad,
aunque sea temporal, y sentirnos útiles en múltiples tareas produce cambios muy
significaticos en nosotros mismos. En
vez de confirmarse las teorías de que el hombre es un ser egoísta e
individualista que necesita una autoridad fuerte para que la sociedad no caiga
en el caos, sucede todo lo contrario, el sentimiento de comunidad y de ayuda
mutua vuelve a la comunidad desintegrada y sorprendentemente, a pesar de las
tragedias que viven, la salud mental mejora. Charles Fritz investigador que
estudio los desastres en Estados Unidos “fue
incapaz de encontrar ni un solo ejemplo donde las comunidades que habían
sufrido acontecimientos catastróficos cayesen en el pánico prolongado, y mucho
menos en nada que se aproximase a la anarquía” en el sentido peyorativo de
la palabra. La “teoría de Fritz era que
la sociedad moderna ha perturbado gravemente los vínculos que han caracterizado
siempre la experiencia humana, y que los desastres empujan a la gente hacia una
forma de relación más antigua y orgánica. Los desastres, defendía, crean una
“comunidad de victimas” que permite a los individuos experimentar una conexión
con los demás inmensamente tranquilizadora”. “Lo que parecen hacer las catástrofes –a veces en el lapso de unos poco
minutos- es retrasar el reloj en diez mil años de evolución social. El interés
personal se subsume en el interés del grupo porque no hay supervivencia fuera
de la supervivencia del grupo, y eso crea un vínculo social que la gente echa
muchísimo de menos”.
El
individualismo atroz al que nos someten solo hace que perjudicarnos a nosotros
mismos y a nuestros iguales: “Una persona
que viva en una ciudad moderna o en una periferia puede, por primera vez en la
historia, pasar un día entero –o una vida entera- encontrándose mayormente con
completos extraños. Puede estar rodeada de gente y, sin embargo, sentirse
profunda y peligrosamente sola”; La sociedad moderna “esta aquejada de algunas de las tasas más altas de depresión, esquizofrenia,
salud precaria, ansiedad y soledad crónica de la historia humana. A medida que
avanza la riqueza y la urbanización, las tasas de depresión y suicidio tienden
a subir en lugar de bajar” Algo que no pasa con tanta intensidad en países con
índices menores de desarrollo industrial en los que el sentimiento de comunidad
es mayor, y por lo tanto el aislamiento social menor.
A pesar del
individualismo reinante y de la imagen tan degradada que tenemos, y nos han
vendido, del ser humano como un ser asocial y egoísta, esta situación se puede
revertir porque en la adversidad el ser humano rompe los códigos que la
sociedad le impone y crea los suyos propios volviendo a la comunidad. El ser
humano de la sociedad moderna lo que hace es adaptarse a un medio hostil que le
incita a competir con los demás para sobrevivir lo que le acarrea todas las
nocividades que ya hemos expuesto, pero la realidad es que es un ser sociable
por naturaleza como se demuestra cuando la sociedad moderna se quiebra.
Ejemplos de desastres y guerras que nos confirman todo esto tenemos muchos; la
tarea pendiente que tenemos como seres humanos es que estas comunidades, en las
que el apoyo mutuo es lo que prima, sean permanentes y extensibles a toda la
humanidad.
Cecilio Rodriguez
3 comentarios:
Buenísimo
Muy bueno! Cierto, muchos señalan que hasta la época moderna el individuo no se entendía al margen de la colectividad y los dioses. Quizás porque la sociedad se encontraba constantemente amenazada por múltiples peligros. El tema de los dioses aunque parece una chorrada creo que es también muy importante para comprender ese pegamento de unión y vínculo colectivo, porque el mundo se explicaba a través de ellos, y no es hasta la modernidad cuando se sitúa el pensamiento racional e individual en primera línea, alejado de prejuicios irracionales. Esto se puede comprobar en obras como el "Discurso del Método" de Descartes.
Además, tal y como explicas en el artículo, algunos profesores todavía cuentan en las universidades cómo el nacimiento de la civilización y la jerarquización social y del trabajo dio paso a una especialización laboral. Las familias dejaban de ser autónomas, en el sentido de que ya no producía cada una todo aquello que consumía, por lo que debían dedicarse a tiempo completo a las labores asignadas. A diferencia de las sociedades de cazadores-recolectores (tribales), que según los estudiosos, la mayor parte del tiempo la dedicaban al "ocio", ya que sólo necesitaban producir lo que les era necesario para su supervivencia, el resto del tiempo no eran esclavos ni del trabajo ni de la ley.
Estamos de acuerdo compañero. El tema es que al final ni ellos eran tan "salvajes" ni nosotros tan "civilizados". Decir también que este tipo de libros y de debates los podéis encontrar en el Ateneo Libertario "Octubre del 36" de Segorbe todos los jueves y los viernes. Gracias por los comentarios. Salud!
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