miércoles, 6 de diciembre de 2017

Analfabetismo desarrollado: la ignorancia sofisticada de nuestros días

Nuestro compañero Eloy Boix nos ha enviado otro interesante articulo para nuestra nueva sección de "criticas y correspondencia". Esta vez sobre el  analfabetismo moderno que se ha convertido en un gran problema de nuestros días. Léanlo, no tiene desperdicio, y animense a escribir.

La alfabetización, hasta hace poco más de un siglo sólo al alcance de unas élites, es un instrumento elemental para el desarrollo intelectual y la capacidad crítica. La losa del analfabetismo en el seno de las sociedades occidentales ha sido superada en las últimas décadas, pero en nuestros días ha surgido un nuevo tipo de analfabetismo, un analfabetismo que supone un drama mayor que la ausencia de conocimientos en el campo de la lectura o la escritura y, sobre todo, más peligroso, el «analfabetismo desarrollado». Esta novedosa forma de ignorancia se da en los países en los que la tecnología y el capitalismo han abocado a la población a un estilo de vida hermético en el que desconocen la mayoría de los procesos por los cuales se rige la naturaleza. Este tipo de analfabetismo presume de un completo conocimiento del mundo, países, continentes y hasta del espacio sideral. Se maravilla con su impecable dominio de las lenguas internacionales, inglés, francés, alemán. Se desvive en innumerables estudios extremadamente sesudos sobre una multiplicidad inagotable de ciencias, física, química, matemáticas, incluso analiza a los pueblos del pasado. Siente una fascinación y dependencia de la tecnología sin parangón. 

Los nuevos analfabetos inundan las ciudades y los pueblos, se trata de una pandemia incontrolable. Desconocen de donde viene el agua que sale de sus grifos, olvidan el lugar de procedencia de la fruta que se comen y no saben quién mata al animal que fríen en la sartén. La naturaleza es un medio hostil y extraño para ellos, su contacto con la realidad es a través de subproductos enfrascados que sus mentores les muestran de vez en cuando para que puedan catar una porción de realidad, pero ese mundo real al que acceden por medio de una pantalla no es más que un paraíso idealizado. Si estos analfabetos observaran el mundo que les rodea sin las ficciones patrocinadas por los administradores del desastre, verían los pedazos y la ceniza sobrevolando el ambiente de un mundo en ruinas, un cementerio gigantesco en el que cada porción de ese cuerpo inerte y putrefacto tiene precio. Pero su mundo ya no es el de ahí fuera, el de los ríos, el campo, los animales o la autosuficiencia, para la que es imprescindible una armonía y reciprocidad con el medio natural. Su mundo es un mundo ficticio regido por una sencilla norma: la acumulación ilimitada de bienes y riquezas y, para ello, han sido instruidos con extraordinaria delicadeza y esmero. 

Al ser humano ya no le basta con la supervivencia, ha inventado algo que está por encima de ella, una representación idealizada de sí mismo en la que todos se quieren convertir. El respeto, la grandeza, el éxito o la libertad son en estos días palabras asociadas a la riqueza y al capital. Al mismo tiempo, estos grandes adalides del consumismo han tenido el detalle y la capacidad de crear las infraestructuras necesarias para que el individuo atomizado no tenga que pensar en nada más allá del hedonismo. Si quiere agua irá al supermercado, donde le servirán el producto envasado, ya no le importa que en su ciudad o pueblo haya sequía o el agua esté privatizada, pagando el precio convenido todo es posible. ¿Por qué preservar entonces la naturaleza? ¿Qué interés tiene conocerla? Es más sencillo vivir en el paraíso de la publicidad donde no hay dolor ni mal, donde el único requisito es pagar el precio establecido. Me atrevería a afirmar que estos analfabetos son el grupo más ignorante de humanos de la Historia Universal. Su ignorancia les hace arrogantes, puesto que se creen superiores intelectual y moralmente a cualquiera de sus predecesores, incluso afirman ser mejores que los coetáneos que viven alejados de sus vicios o luchan por imitarles sin éxito. El humano ya no mantiene una relación de reciprocidad con la naturaleza, que es la armonía necesaria para la supervivencia de ambos organismos, algo que sí entendían la mayoría de analfabetos hace unas décadas. Hoy ha creado las plataformas para instalarse fuera del medio natural, eso le permite esbozar una pequeña sonrisa prepotente, pero la crisis medioambiental está a la vuelta de la esquina y con ella una lucha por los escasos recursos disponibles. 

Para muchos el ser humano se encuentra en el punto más alto de su propia evolución, donde es amo y señor de un mundo que domina a su merced, sometiendo cualquier fuerza que escape a su control y creando una tecnología que le maravilla y al mismo tiempo justifica esa idea de progreso. Pero la realidad es bien distinta, la mujer y el hombre son hoy más frágiles que en ningún otro periodo de su historia, son más inconscientes que ningún otro de sus predecesores, incluso que los homínidos más arcaicos que vivieron en la prehistoria. Hoy se encuentran bajo la tutela de grandes estructuras económico-estatales que, en actitud paternalista, les arropan a diario y les impiden conocer y comprender la realidad que les rodea: un mundo empobrecido y sobreexplotado que es insostenible a través del ideal de desarrollo capitalista, es decir, la producción masiva, la explotación innecesaria y desmedida de los recursos en un contexto de vida frenética que les aboca a la urgente necesidad de adquirir estos productos desechables e inútiles. A pesar de que el hedor de la mugre que les rodea es tan grande que ni los propios gobiernos son capaces en estos días de disimular su pestilencia, esta superestructura se empeña en venderles unos adornados ideales estéticos que reflejan que todo está bajo control, que su mundo es maravilloso y los humanos, seres de unas proporciones exquisitas. 

El hombre y la mujer occidentales han perdido su libertad por completo y han entregado esa llave a los grandes caudillos de la destrucción administrada, otorgando legitimad a un sistema nocivo. El «analfabetismo desarrollado» es una condena a la esclavitud, es una inconsciencia dirigida, es el estado de una sociedad incapaz de comprenderse a sí misma, que ha superado la etapa en la que sus desvelos estaban centrados en lograr la supervivencia. Ahora sólo vive para satisfacer sus necesidades más superficiales, para ello debe venderse por completo al sistema que se las proporciona en forma de ilusiones. La proletarización absoluta de la sociedad cada día está más cerca, incapaces de prescindir de estos megalómanos del capital, el pueblo se agarra fuerte a su mano, pues no comprenden el mundo natural y salvaje más allá de las estructuras urbanas y el desarrollo tecnológico que les aísla del medio. La autogestión es una quimera inconcebible y monstruosa, un infierno de sacrificios, pregonan sus carceleros mientras les mastican la comida. 

Esta dependencia, este paternalismo, esta subordinación descabezada, es tan fuerte que se ha convertido en una necesidad inviolable y sagrada para ellos, les obliga a exigir al Estado o las empresas que rijan sus vidas y sacien sus inquietudes, que les proporcionen el pienso que les ha de nutrir, lo que revela la incapacidad del hombre y la mujer modernos para tomar sus propias decisiones. Necesitan la tutela y la protección de unos entes que de este modo justifican la imposición de unas normas y unos deberes de obligado cumplimiento, todo aquel que no esté con nosotros está contra nosotros. Ciegos, hombre y mujer, necesitan que su perro lazarillo les indique el camino. Su invidencia les impide retratar la realidad, observar como el suelo se hunde ante sus narices mientras son conducidos al oscuro precipicio. Sólo si son capaces de despertar y quitarse el tupido velo de la publicidad y los grilletes del consumismo, podrán asomar la cabeza entre la asfixiante mierda que les rodea y empezar a entender esta falaz ilusión. Pero quizás, cuando el «analfabeto desarrollado» recupere la capacidad de interpretar la realidad de su mundo, el nivel de destrucción ya haya superado toda ficción apocalíptica. 

Eloy Boix

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo Eloy. Ese analfabeto desarrollado es el que da definicion a la sociedad actual. El YO que la compone es individualista pero constituye la sociedad, como los electrones giran desorvitados y sin orientacion buscandi un apoyo pero forman el atomo.
Apuntaria que es un analfabeto por ser desconocedor del pasado y futuro, asi como de comportarse en sus deberes de convivencia en la sociedad con la que interactua; pero al mismo tiempo es un intelectual y bien conocedor de su cuerpo, su salud y su mente. Un hecho que corrobora esto, lo vemos al observar, en una conversacion con un grupo de gente,como todos los participantes han explorado y busquedo informacion sobre los temas de los que hablaremos, y como cada uno nos desbelara; cual es el vino mas exquisito, el viaje de vaca mas exotico, la bici mas guapa, el bote de nutritivos para desarrollar sus musculos... Todos conocedores de su hedonismo, de su cuidado corporal y fanfarroneo. Todos ensalzando su YO "pavoneando su cutis". Este es el perfil definitorio de la gente de la sociedad actual. Gente culta en su yo interior pero analfabeta nos exterior

Alfon

José V. Navarro dijo...

Cuando creiamos que el analfabetismo estaba en sus puntos mas bajos, el articulo de Eloy pone el dedo en la llaga de una realidad escondida, el propio sistema se encarga de ocultarla.

Anónimo dijo...

Comparto tu apreciación, Alfon. Creo que estamos borrachos de nosotros mismos, perdidos en las banalidades estéticas que nos ofrece el mercado. Se supone que hemos de seguir esas "modas" para construir nuestro yo, un yo que sea "guay" según los cánones establecidos, lo que a su vez nos impide reconocer la realidad. Estamos demasiado atareados pensando en nuestro peinado, las zapatillas último modelo o definir nuestro cuerpo cuan profesional del deporte. Como bien dices, nos hemos convertido en expertos en nosotros mismos, no nos importa nada más allá. Qué más da si el mundo está en llamas? Los placeres son efímeros, hay que andar siempre a la búsqueda de nuevas sensaciones. Al final estas chorradas se convierten en nuestra razón de ser y el motor de nuestra vida. Sólo hace falta asomar la cabeza ahí fuera y comprobar que para nosotros, no existe nada por encima de esta superficialidad.

Eloy

espeleominer dijo...

Gran texto y muy necesario, es una definición tan perfecta y tan aplicable a todos y cada uno de los analfabetos actuales que dá hasta miedo. Además sucede una cosa, importa, y mucho, la preparación del individuo y su nivel de inteligencia (inteligencia que va a ser podada y orientada) cuanto más (de)formados están esos ciudadanos de "a bien" más profundamente anafabetos son, más sesgos cognitivos presentan y lo que es aún peor, más aférrimamente defienden su analfabetismo y el sistema generador del mismo. Tanto es así que desde hace ya mucho tiempo solo considero inteligentes a determinadas personas de mi entorno, normalmente octogenarios que son capaces de reparar cualquier máquina, procurar alimento a su entorno sin demasiado esfuerzo (con pequeños huertos y algo de ganado) o de llevar conversaciones ciertamente profundas con todas sus carencias (léxicas, semánticas) pero con una capacidad de raciocínio y crítica intactas. Y son ellos y solo ellos los que, al estar en contacto íntimo con la naturaleza, saben que estamos en la antesala de un colapso sin precedentes.