sábado, 2 de marzo de 2019

45 años de la ejecución de Salvador Puig Antich

Hoy se cumplen 45 años de la ejecución de Salvador Puig Antich por garrote vil en la Modelo de Barcelona. Os dejamos con este texto que Adelaida Artigado escribió recordando al compañero, a sus ideas y a los tejemanejes de los políticos utilizando su ejecución según sus intereses. ¡No olvidamos!


Salvador Puig Antich era miembro del MIL-GAC (Movimiento Ibérico de Liberación-Grupos Autónomos de Combate) en los años setenta.
Ambos, movimientos anticapitalistas y antiautoritarios cuya lucha se basaba en la destrucción del capital y sus objetivos. Se centraban en el apoyo a la autoorganización del proletariado con el fin de acabar con el capitalismo y la explotación obrera. Expropiaban bancos atacando al capital donde más le duele: el bolsillo.
El 25 de septiembre de 1973, al final de una cadena de detenciones en la que cayeron casi todos los miembros del MIL, Puig Antich fue apresado junto con otro compañero en una emboscada en la que se produjo un tiroteo. Él fue herido y un subinspector de policía resultó muerto.
Aunque la autopsia certificó que dos de las cinco balas que le extrajeron al subinspector procedían de los otros policías, sin revelar cuál de las balas motivó su muerte, el fiscal solicitó dos penas de muerte para el joven revolucionario. Puig Antich debía morir dos veces. Fue incomunicado en la prisión Modelo de Barcelona en espera de ser juzgado por un tribunal militar.

En apoyo de los ex miembros del MIL presos, se crearon comités de solidaridad en toda Europa que se encargaron de difundir textos políticos sobre lo que era el MIL, por qué se había creado, y en qué consistía su lucha. Paran intentar impedir la ejecución que se anunciaba y liberar al resto de los presos, en los estados español y francés, empezaron a organizarse los grupos autónomos que formarían, con participación de varios ex miembros del MIL, en Francia, primero los GAI (Grupos autónomos de Intervención) y luego los GARI (Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista), y en España, diferentes agrupaciones, como la red catalana que la policía llamaría OLLA (Organització de Lluita Armada) al detener a algunos de sus componentes.
En el territorio del Estado español, se organizaron sabotajes, se lanzaron bombas a sucursales bancarias, se volaron monumentos fascistas en varias ciudades, se detuvieron trenes y autobuses franceses con destino a España, se atacaron varios consulados españoles en Francia, se atentó contra la Cámara de Comercio y la embajada española en Italia, se organizaron manifestaciones en Suiza, Bélgica, Luxemburgo, Francia, España…, diversas personalidades europeas y americanas escribieron cartas al Capitán General de la Cuarta Región Militar de Barcelona intercediendo a favor de los miembros del MIL encarcelados.
Los representantes políticos de la “oposición democrática” en la que destacaba el Partido Comunista de Santiago Carrillo, no movieron un dedo para interceder por los revolucionarios, alegando que eran delincuentes y no merecía la pena hacer nada por ellos, olvidando que muchos de sus militantes también fueron y eran presos políticos del franquismo. La Asamblea de Cataluña, no sólo se negó a interceder por ellos, sino que hizo lo posible por desmovilizar los barrios que salieron a la calle solicitando la conmutación de la pena de muerte para Puig Antich.
El 7 de Enero de 1974 se celebró un consejo de guerra en el que se solicitaba la pena de muerte para Salvador Puig Antich. El día 1 de marzo de 1974 se informó a la opinión pública de la condena de muerte. Al amanecer del día siguiente se procedería a la ejecución en el patio de la cárcel Modelo de Barcelona.
Los compañeros de Puig Antich se despidieron por la noche bajo su ventana con un “¡Hasta mañana!” confiando en que el dictador conmutaría la pena de muerte.
La ejecución se realizó como estaba prevista, a garrote vil. La justicia dictatorial y la venganza quedaron satisfechas: “Sirva de escarmiento”.
Tras el asesinato, los “demócratas”, con los estalinistas del PCE en cabeza, exhibieron sus banderas, sus pancartas y sus siglas en manifestaciones para exaltar la figura del muchacho. De maleante y delincuente lo elevaban a la categoría de héroe.
Salvador Puig Antich con veintiséis años pasó a ser un mártir, un héroe, un mito para los nuevos izquierdistas demócratas y sindicalistas burócratas. Al fin y al cabo, lo convirtieron en algo que él detestaba.

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