“Por eso la mirada del campesino no tiene nada que ver con la del
turista. Mientras uno consume paisaje, el otro usa el territorio. Ambos alteran
el entorno, pero solamente el campesino cambia con las transformaciones del
lugar. El turista, por mucho que cambie el paisaje, seguirá siendo exactamente
él mismo. Dos miradas que ilustran el cambio producido en las últimas décadas.
El mundo del campesino ha desaparecido. Ha dejado paso al mundo del que
proceden los turistas. Hemos cambiado un mundo sin paisajes por unos paisajes
sin mundo”.
Vidas a la intemperie. Nostalgias y prejuicios sobre el mundo campesino.
Marc Badal
Nos hace gracia lo que ahora
definimos como rural. Mientras hemos asistido a un etnocidio rural, con la desaparición
de una clase social, ahora parece que aquello que ya se acabó, nunca ha dejado
de existir. Por doquier se producen eventos, conferencias y reuniones, desde
diferentes ámbitos pero siempre con respaldo institucional, que nos venden una
imagen de lo rural totalmente distorsionada con la realidad. Ahora cuando ya no
existe, es cuando hay que promocionarlo. No es la realidad lo que nos quieren
vender, si no un producto para comerciar en el mercado, ya que eso es en lo que ha
acabado lo rural, en algo con lo que se puede mercadear. Como decimos hemos
sido testigos de que cuando nos han hablado de lo rural lo único que hemos oído
son formas de cómo atraer turismo a las zonas rurales o de cómo vender
productos. El discurso en el que se escudan es que solo a través de la entrada
en el mercado se pueden mantener vivos productos y supuestas formas de vida que nada tienen ya que ver con lo rural.
Un turismo rural ¿para recuperar qué?
Para no recuperar nada. Algunos dirán que para que las zonas despobladas dejen
de estarlo, pero el tan de moda discurso contra la despoblación es un discurso
muy peligroso ya que tras él se esconde la mercantilización de las zonas
naturales y de los pueblos despoblados o en vías de despoblación. Los que
vivimos en zonas fuera de las ciudades (ya que dudamos que podamos seguir llamándolas
rurales) y somos conscientes de las dinámicas mercantilizadoras de las ciudades,
estamos sintiendo una especie de gentrificación de nuestras zonas. Lo mismo que
en los barrios de las ciudades pero en los pueblos. Pueblos para los visitantes
y no para sus habitantes. Ahora empiezan a venir lo que podríamos llamar los
pioneros, aquellos que llegan primero y ven las posibilidades que guardan
nuestros pueblos, luego asistiremos a la llegada masiva de todos los demás. Para
muchos y muchas lo aquí expuesto sonará exagerado pero estamos al principio del
proceso. Tiempo al tiempo.
Hasta hace nada todo aquello
relacionado con lo rural (cuando aún lo era) era síntoma de atraso. Tenían que
despoblar las zonas rurales, acabar con el apego a la tierra, acabar con esas
formas de vida ajenas al mercado y todas las formas de solidaridad existentes.
Cuando han conseguido acabar con todo esto, para poder llevar la transformación
urbana y llevar mano de obra suficiente a la industria, con lo que se han encontrado
es con zonas vacías. Algunas preocupantemente vacías como la Celtiberia ibérica
con la segunda tasa de despoblación más alta de Europa occidental. Y es ahora,
cuando tienen un territorio grandísimo prácticamente vacío cuando empieza su mercantilización.
Los mismos que crearon el problema lo intentan solucionar extrayéndole, como
siempre, el máximo rendimiento económico (si es que así se puede solucionar
algo). Desde la izquierda también se ve con muy buenos ojos este discurso de la
repoblación. Desde esa izquierda que se viste de radical o de moderada según
conviene a su número de votos. Esa izquierda que se queja de la gentrificación
y de la mercantilización en las ciudades mientras apoya los discursos despoblacionales
como si no hubiera una relación de lo uno con lo otro.
Lo que existe es una idealización
y mistificación de lo rural y lo natural, de todo aquello que ayer
despreciábamos. Una idealización fomentada e interesada por la industria turística. Muchas veces cuando hablamos sobre todos estos temas caemos en
unos misticismos más que preocupantes. Cuanto más nos alejamos del objeto en
cuestión más lo mitificamos. Suele ser algo común en nosotros y nosotras mismas,
cuando no conocemos algo de manera directa la imagen que podemos llegar a
hacernos siempre es diferente a cuando lo conocemos directamente. En la
sociedad actual sus apologetas podrán argumentar que ello ya no pasa debido a
toda la información a la que podemos acceder con el solo “click” de un ratón
pero creemos que esto se ha agudizado todavía más. La sociedad
hipertecnologizada e hiperindividualista en la que vivimos no nos llena lo suficiente y ello hace que idealicemos aquello que no conocemos, también gracias a la ayuda de la publicidad de la industria turística. Incluso
aquellos y aquellas que parece que están viviendo en su sociedad ideal ocultan
una insatisfacción enorme que intentan paliar con sucedáneos de experiencias
reales y que mayor experiencia que reconectar con la naturaleza y con nuestro pasado.
Mitificamos lo rural y lo natural
porque vemos en él un Edén ya perdido en el que podemos sentirnos protagonistas
de nuestras propias vidas. Queremos tener, aunque sea un sucedáneo, algo que
nos aporte algún tipo de experiencia natural, algo que nos parezca real,
autentico, poder hacer algo con nuestras propias manos y poder realizarnos como
seres humanos: poder cultivar un huerto, un pedacito de tierra que sea trasformada
por nosotros y nosotras y que podamos ver su resultado; fabricar nuestras
propias herramientas; recolectar nuestros propios alimentos; cazar; pescar;
bañarnos en ríos salvajes; cocinar nuestros propios alimentos; aprender a hacer
cestería; arreglar nuestra propia casa… Poder hacer, o al menos practicar su
sucedáneo, de todo aquello que la sociedad de hoy nos impide hacer y que han sido
las actividades que han regido, a través de los tiempos, nuestra sociedad,
nuestra Historia y nuestro progreso posible. Cuando lo hacemos vivimos una
experiencia increíble y vemos todas las posibilidades que guardamos en nosotros
y nosotras mismas y que no sabíamos. Eso es lo que nos vende el turismo rural,
experiencias, más bien pseudoexperiencias, ya que lo que ahora hacemos no forma
parte de nuestra vida del día a día sino parte de nuestro tiempo de reposo para
volver al trabajo.
Asistimos a una pérdida que es
irreparable. Las casas rurales se multiplican por doquier; se vende una imagen
totalmente distorsionada de lo que en realidad somos; se mercantiliza el acceso
a espacios naturales; el lobby de la caza compite con el del turismo a ver cuál
de los dos puede llegar a ser más rentable y más destructivo; se construye; lo
que antes se vendía a metros ahora se vende en hectáreas; suben los alquileres;
vivir en el campo se está haciendo cada vez más imposible… Muchos argumentan
que con el turismo rural estamos revirtiendo la perdida de lo rural pero no
seamos ingenuos. No son las actividades rurales, como la ganadería y la agricultura,
las que rigen la vida de nuestros pueblos hoy en día, y aunque las rigieran lo
que hoy podemos denominar a través de esos nombres distan mucho de ser lo que
en su día fueron. El turismo rural es la imagen de lo rural que ya no existe.
Es su conversión en mercancía y ello es algo mucho peor porque si ya no existiera
quizá podríamos ser conscientes de su perdida, pero con su conversión en
mercancía en nuestro imaginario y en el del turista queda como que
algo de todo aquello todavía existe.
En nuestra comarca, o en
cualquier otra comarca de ese mundo no ya rural, lo vemos por todos los
pueblos. Mientras hemos ido perdiendo población hemos ido ganando turismo
rural. Perdemos lo rural y ganamos en turismo. Somos como el pueblo indígena
que es expulsado de sus tierras, con la perdida de las formas de vida que ello
conlleva, para acabar trabajando en un complejo turístico que imita aquello con
lo que arrasó, mientras el turista cree que esta en algo superautentico. El
turismo rural es el mismo turismo que el de la multinacional, es el mismo
turismo que el del gran Capital, es el mismo turismo que el de la costa pero en
el interior. Turismo familiar decían esta semana por el telediario refriéndose
al “rural”. Intentan darle otra cara, otra imagen ya que el turismo
convencional está dando una imagen de descontrol, contaminante, despilfarrador,
de piso turístico legal o ilegal, de borrachera. Ahora hay que vender el
turismo cultural, responsable, ecológico, sostenible, familiar… y ahí es donde
tenemos nuestro turismo rural. La realidad es que el turismo es el turismo, es
siempre el mismo. El turismo rural es el que hace que el turismo de costa se
extienda hacia el exterior, el que produce aún más efecto llamada, el que hace
que aeropuertos sin aviones empiecen a tenerlos, es el mismo turismo que el de
la autovía, el de la autopista, el de la central eléctrica y la nuclear, el del
complejo turístico…etc El mismo que el de siempre.
Pero se preocupen todos aquellos
y aquellas que sufren por la despoblación del mundo rural y abogan por su mercantilización
turística. Además de todo lo expuesto, las ciudades son cada día más insostenibles,
más calurosas y con menos recursos. Aquellos y aquellas que tengan su cuenta
bancaria lo suficientemente llena podrán disfrutar de aquellos territorios que no estén masificados y en los que sea aun posible la vida. Ya lo decía Charbonneau
“si la evolución sigue por el mismo
camino, la vieja casa del pobre acabará valiendo más que la mansión del rico”.
Cecilio Rodríguez
6 comentarios:
Excelente artículo.
Hola sr Gremona. Que frase de tu blog aportará critica a este artículo?
Salud y gracias
Posiblemente tu mejor artículo Cecilio. A seguir...
Muchas gracias por vuestros comentarios. Lo he movido por otras paginas, el blog viveelaltopalancia.blogspot.com.es también lo ha publicado y lo han colgado en la pagina de facebook de Radio Escavia. Hemos de profundizar más en estos temas y parece que cada día hay más gente dispuesta, aunque no sea únicamente desde nuestro punto de vista, cosa que es algo muy positivo y enriquecedor. La verdad es que ha sido gratificante ver su difusión, y el interés mostrado, pero he echado en falta un debate (si es que se puede debatir por internet), así como también ver que estas posturas tengan cabida cuando hace unos años parecía que la cuestión del turismo era intocable.
Saludos
Muchas gracias por estas lineas. Un escrito sobrecogedor que nos da una bofetada a gente como yo, turistas y a la vez víctimas del turismo. Crecí en un conocido pueblo de la Costa Brava, imagen del turismo masificado de sol y playa, cuando en el interior de Girona reductos de lo rural aún existían. Tu texto me pincha el corazón, pero esta es la realidad que hay y el resto como dices son intentos de revivir o crear un mito. ¿Qué hacer?
He añadido un enlace en https://la.confederac.io/t/enlaces-interesantes/3569/3, a ver si recibe unas lecturas más.
Muchas gracias compañer@
Todas y todos caemos en lo mismo. Somos victimas y cómplices de aquello que criticamos. Difunde el texto todo lo que puedas. Como bien dices, el tema es ¿que hacer? Cuando seamos conscientes del problema tendremos que hacer otra reflexión para ver como se combate todo esto.
Muchas gracias por tu comentario
Saludos
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