miércoles, 18 de julio de 2018

"La lucha por Barcelona", una reseña del vecino de Segorbe, Eloi Boix.

Resultado de imagen de la lucha por barcelonaSubimos una reseña del libro de Chris Elham "La lucha por Barcelona", que Eloi Boix, uno de nuestros colaboradores, ha hecho con motivo de un trabajo universitario. Damos voz a este artículo por el hecho de que el historiador británico estuvo en Segorbe junto a nosotros dándonos a conocer la figura del anarquista de la Vall D'uixó, José Peirats. En aquel acto fuimos muchas las que quedamos sorprendidas por la forma de entender la historia que tiene Chris Ealham, que es continuador, de alguna manera, de la línea heterodoxa marcada por otros historiadores como Thompson, Bolloten o en la península Miquel Amorós. Sin duda en "La lucha por Barcelona" encontramos esa profundidad que adolecen la mayoría de trabajaos actuales, que no atienden a las cuestiones fundamentales de la clase obrera del momento, haciendo un flaco favor a la historia de los perdedores. Sin más, esperamos que sirva también este escrito para saludar y expresar nuestro admiración a Chris Ealham, que se portó como nadie cuando estuvo junto a nosotros. 
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La lucha por Barcelona
Hace poco más de un año, el Ateneo Libertario Octubre del 36 trajo a Segorbe a uno de los hispanistas más destacados del momento, el británico Chris Ealham. En aquella ocasión presentó su trabajo «Vivir la anarquía, vivir la utopía. José Peirats y la historia del anarcosindicalismo español­», donde exponía la trayectoria de la CNT a través de la figura de este anarquista de la Vall d’Uixó, destacando su espíritu y fidelidad a la causa libertaria, así como sus esfuerzos por expandir la cultura entre la clase obrera. Recientemente, he tenido el gusto de leer una de las obras más representativas de Ealham, «La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto (1898-1937)». Se trata de uno de los pocos trabajos que han abordado con la precisión, seriedad y rigor necesarios la génesis de la clase obrera en la ciudad más industrializada de España a finales del siglo XIX y principios del XX. La investigación se ha inspirado en la tradición historiográfica forjada por E.P. Thompson, «la historia desde abajo». Esto hay que entenderlo en un doble sentido, se trata de una historia social especializada en los desposeídos y, por otro lado, una historia de las calles, es decir, enfocada en el problema de la ciudad y las respuestas desde abajo y desde arriba.
Barcelona desde el siglo XIX fue el centro industrial de España. Las élites económicas y políticas intentaron construir una ciudad capitalista moderna que reflejase el poder social emergente de la burguesía. Ildefons Cerdà diseñó un plano para el desarrollo racional de la ciudad inspirado en el urbanismo utópico, donde gentes de todas las profesiones y condiciones sociales se relacionarían entre sí bajo una nueva «igualdad cívica». Estos proyectos de unidad cívica fracasaron, a la vez que lo hizo el despegue económico de la burguesía catalana, entre otras cosas, a causa de perder en 1898 los ingresos del mercado colonial y al tener que enfrentarse a la mediocridad de las políticas industriales de la Restauración, con un sistema centralista, retrógrado y represivo. La creación de la Lliga Regonialista (1901), supuso una fuerza modernizadora que ensalzó el proyecto burgués con la intención de crear una autoridad autónoma que impulsase las necesidades industriales de Cataluña, así fue que ese mismo año los partidos dinásticos perdieron el control de la ciudad, lo que permitió llevar a cabo la reforma urbanística de la capital que se aceleró en la época de la Mancomunitat (1913-1925). Finalmente, la organización de la ciudad fue caótica y sin ningún tipo de planificación debido a la especulación urbanística y las fuerzas del mercado. Las exposiciones universales de 1888, 1929 y la Primera Guerra Mundial convirtieron a Barcelona en un centro comercial global, con la industria textil como principal foco de producción. La población creció, igual que la ciudad, mientras, los patronos demandaban una mano de obra barata, por lo que fomentaron la migración entre los lugares más empobrecidos de la España rural, donde generalmente se daban unas condiciones de vida precarias.
Este crecimiento descontrolado de la ciudad germinó en una profunda crisis urbana, con el aumento de la explotación sobre los inquilinos de clase obrera, que se veían forzados a vivir en condiciones insalubres, expuestos a enfermedades y apiñados. La crisis de vivienda provocó que se extendiese el fenómeno del chabolismo y, finalmente, forzó a las autoridades a desarrollar un proyecto de vivienda con la construcción de les cases barates, en un intento de acabar con el chabolismo y expulsar a los marginados a los arrabales de la ciudad. Estas viviendas estaban separadas de Barcelona con la intención de desterrar a un sector de las consideradas, «clases peligrosas», del centro de la ciudad, de este modo dejarían de representar una amenaza para el orden urbano y en caso de necesidad podrían ser neutralizadas con facilidad por las fuerzas represivas. Este es un claro ejemplo de cómo el espacio urbano se establecía en base a una estratificación social. El atrincheramiento en las calles durante las huelgas de 1902 y 1909, consiguió atemorizar a los hombres de propiedad y favoreció esta segregación urbana, la burguesía se inclinaría por la vida en las afueras, lejos del centro de la ciudad vieja.
Entre la burguesía se expandía el temor hacia los sectores más marginales de la clase obrera, en la prensa se vilipendiaba a estos individuos y se intentaba criminalizarlos como malsanos y enfermos que amenazaban el buen gobierno y la estabilidad. El relato «burgués» sugería que la protesta social no estaba impulsada por reivindicaciones colectivas, sino que era resultado de «crímenes colectivos» provocados por doctrinas anormales (socialismo y anarquismo). Por lo tanto, los sindicatos eran vistos como una vanguardia de malhechores contra el justo orden social. Es interesante recalcar cómo Ealham presta especial atención al fenómeno que él denomina «pánicos morales». Éstos tenían una función ideológica y discursiva, se trata de un intento de la burguesía urbana por establecer un discurso jerárquico en el que definía las calles como propias, a partir de ahí, describían el perfil del peligro, la clase obrera era señalada como un grupo de indeseables, una molestia insufrible, lo que suponía la justificación perfecta para cerrar la esfera pública proletaria. Por otro lado, la política de la burguesía se centró en la seguridad ciudadana, debido a la debilidad del estado de la Restauración se concedieron prerrogativas para la creación de grupos paramilitares y el aprovechamiento de viejas estructuras milicianas como el Sometent, cuya acción fue crucial en las huelgas para aplacar al movimiento obrero.
Chris Ealham, logra mostrar a través de este trabajo, de qué manera el surgimiento de un espacio obrero en Barcelona significó el nacimiento de una ciudad rival, dentro de la propia ciudad burguesa, lo que él denomina la ciudad de los «otros», que paradójicamente era resultado directo de la ciudad capitalista. En els barris de la periferia, llegaban y se apiñaban más y más obreros. Se recurría al trabajo infantil, todos los miembros de la familia se veían obligados a trabajar en condiciones muy duras para lograr la supervivencia. Así se entiende que en els barris se desarrollase de forma notable la solidaridad y reciprocidad colectiva. El apoyo mutuo era fundamental e incluso sobrepasaba los lazos de parentesco familiar. Se establecieron distintos espacios para la sociabilidad obrera, los más importantes eran las calles, pero también los bares y cafés. Así fue como se desarrolló de forma progresiva una conciencia de clase que, según explica Ealham, era más emocional que política. La cultura de barris era un marco de experiencias y relaciones que ayudó a extender ese sentimiento colectivo de identidad entre obreros y se propagó a través de ciertas prácticas sociales. Es interesante remarcar que la cultura de la clase obrera justificaba la violación de la ley si el fin era la propia supervivencia. Existía una cultura popular antipolicial, un odio contra la mano armada que les reprimía, era una cultura de acción por el derecho a decidir de la comunidad y la defensa de las prácticas populares para sobrevivir (como por ejemplo la venta ambulante) frente a las fuerzas impersonales del mercado.
Barcelona, fue la capital del movimiento anarquista más importante y duradero de Europa. La CNT nacía en 1910 en la ciudad condal, con una organización descentralizada a través de asociaciones basadas en las redes sociales de els barris. Chris Ealham enlaza de esta manera la cultura de acción directa de los anarcosindicalistas con las tradiciones populares de protesta de els barris, apoyadas en la solidaridad vecinal. El sindicalismo de la CNT daba soporte a la solidaridad recíproca y a esa cultura callejera de la clase obrera. Los libertarios resaltaban el derecho de los pobres y necesitados a proteger su existencia con el medio que tuvieran a su alcance, legal o ilegal, por lo que el Estado se convertía en el enemigo a aplastar, ya que se entendía que era el principal culpable de impedir un cambio en sus penosas condiciones de vida. El nexo entre la CNT y els barris eran los activistas, que difundían las ideas anarquistas entre los obreros. Asimismo, existía toda una esfera pública obrera por medio de periódicos, asociaciones culturales, ateneos o escuelas racionalistas, que eran la prueba palpable de ese tejido social y cultural de els barris. Gracias a estas instituciones la CNT logró influir en la cultura obrera. Tras la Primera Guerra Mundial hubo una gran represión y persecución que empujó al anarcosindicalismo a la clandestinidad. En un contexto social radicalizado los moderados perdieron el protagonismo y fueron sustituidos por los partidarios de la lucha armada contra el capital y los poderes públicos, empezaba la época del «pistolerismo». Entraron en acción pequeñas guerrillas urbanas anarquistas denominadas «grupos de acción», que se autofinanciaban mediante expropiaciones. Estos grupos solían ser críticos con la vía moderada del anarcosindicalismo cenetista, a su entender no muy lejos del «reformismo».
De cara a las elecciones de 1931, la CNT creó un clima de apoyo favorable a ERC en els barris. Los círculos de la CNT y la clase obrera recibieron con gran alborozo la llegada de la República. Aunque en un primer momento esto permitió mayor libertad de organización y restructurar el maltrecho aparato cenetista, Ealham retrata cómo ese entusiasmo se esfumó rápidamente, ya que el gobierno de la República pronto demostró que estaba de lado de la burguesía, reprimiendo con contundencia, al igual que lo habían hecho los gobiernos monárquicos y la Dictadura, las manifestaciones y protestas del movimiento obrero. En la CNT, existía una división entre los líderes anarcosindicalistas como Pestaña o Peiró, que se inclinaban por un «reformismo práctico» de coexistencia con la República, frente a los que se opusieron a la República desde el principio, como el grupo de afinidad Nosotros. Estos partidarios de la «gimnasia revolucionaria» buscaban crear una espiral de protestas capaz de atraer a las masas, evitando que se institucionalizaran a través de la República y así provocar la revolución que la derribaría. Desde el verano de 1931 se sucedió una gran oleada de huelgas que fue respondida con una escalada de la represión institucional, el contexto no dejaba otra salida a los obreros que la lucha en las calles, las expectativas de cambio y mejora que debían llegar con la República se esfumaron, la violencia estatal seguía instalada en la cotidianidad y sólo podía ser contestada con más violencia.
Chris Ealham pone de manifiesto que el conflicto entre policía y pueblo estaba arraigado en las desigualdades estructurales de la economía urbana, los obreros en paro se tenían que buscar la vida como podían, lo hacían principalmente a través de la venta ambulante y, por tanto, estaban obligados a vivir fuera de la ley para lograr la supervivencia, su simple existencia les abocaba a la ilegalidad. La mezcla de represión y exclusión sociopolítica ayudó al sector más ortodoxo de la CNT a atraer a una base social más amplia. La FAI, con un marcado carácter antirrepublicano se presentó como una «organización de guerrillas» que frente al desempleo ofrecía un enfoque insurreccional. Las insurrecciones acaecidas durante 1932 y 1933 auspiciadas por la CNT bajo el control de los partidarios de la lucha directa, tuvieron como consecuencia una gran represión sobre el anarcosindicalismo. La República empezaba a ser consciente de que la CNT era el principal problema al que se enfrentaba, por lo que entre 1933 y 1935 llevó a cabo una avalancha de «pánicos morales» como respuesta al comportamiento radical de los anarquistas y las expropiaciones que realizaban para financiarse. De este modo, se criminalizaba a todos los anarquistas lo que justificaba cualquier acto violento de represión contra ellos. El balance de la «gimnasia revolucionaria» fue negativo, el movimiento obrero se encontraba más dividido que nunca, mientras, la CNT había perdido un gran número de afiliados.
De nuevo, en vísperas de las elecciones de 1936 los anarquistas no pidieron el voto para el Frente Popular, pero se mostraron favorables a los mismos ante la amenaza del fascismo y la necesidad de la reapertura jurídico-política que éstos representaban. El golpe militar de julio significó la movilización de los obreros, que tal y como explica Ealham, respondía más a su deseo de proteger la comunidad y esfera pública proletaria que a un interés por defender las instituciones republicanas. La rebelión fracasó en Barcelona gracias a la respuesta armada de las calles, la CNT se hizo con el control de abundante armamento y se erigió como la protagonista de las luchas callejeras. Companys tuvo que enfrentarse al gran temor que aguardaba a la República desde 1931, la fuerza armada de la CNT. El estado republicano se había fracturado y había perdido el monopolio de los medios de coerción, pero la Revolución Española no destruyó el antiguo poder estatal, aceptaron la oferta de Companys de compartir el poder con los republicanos. La Revolución tuvo su apogeo en los meses de julio y agosto, el nuevo poder de la clase obrera se centraba en las barricada. El aspecto visual de la ciudad cambió, se vislumbraba una nueva democracia obrera. Sólo en Barcelona más de 3.000 empresas fueron colectivizadas, se realizaron esfuerzos para transformar el lugar de trabajo según ideales anarquistas, rompiendo con la separación física entre el lugar de trabajo y la comunidad. La Revolución feneció a partir de mayo de 1937, cuando las autoridades republicanas recuperaron el control y persiguieron a los revolucionarios. Para Ealham, la principal causa que condujo al fracaso de la Revolución fue no haber derribado el poder republicano y sus instituciones por completo cuando tuvo la oportunidad y, por otro lado, no haber sido capaz de crear una estructura institucional sólida y global propia, absolutamente necesaria en un contexto bélico. Finalmente, la CNT siguió la lógica colaboracionista con el Frente Popular y pidió la entrega de las armas a los revolucionarios, de este modo perdió su principal fuente de poder que se encontraba en las calles. El poder de els barris y la revolución habían llegado a su fin.
En definitiva, el trabajo de Chris Ealham explica con solvencia la ineludible importancia que tuvo el movimiento obrero en Barcelona, prestando especial atención a los aspectos y vínculos culturales que sirvieron de pasarela para la creación de una conciencia de clase. La relevancia de esta investigación posiblemente yace en la cantidad de fuentes primarias de las que se ha nutrido el autor, lo que le ha permitido realizar una obra de gran calidad en un contexto muy concreto y, a menudo, olvidado y marginado incluso por la historiografía más progresista. A esto se debe sumar una prosa fresca y amena que facilita la lectura, así como la precisión con la que Ealham trata en todo momento de explicar conceptos y procesos complejos, lo cual permite al lector no familiarizado con el argot nutrirse y comprender sin máscaras y con la mayor amplitud posible los entresijos y vicisitudes que desataron la lucha por Barcelona.

Eloi Boix

EALHAM, Chris, La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto (1898-1937), Madrid, Alianza Editorial, 2005.

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