Después de los atracones y las orgías de fraternidad que
se han derrochado en estos días viene ese bajón postvacacional, un momento
marciano en el que hay que volver a la rutina absurda tras unas semanas de
éxtasis calórico y copiosas borracheras que eso sí, en esta época cuentan con el
aval de la aceptación social y, por qué no decirlo, siempre ayudan a
sobrellevar alguna que otra aburrida reunión. Entre empacho y empacho, mientras
fantaseamos con las tabletas de turrón que somos capaces de engullir y nos
rellenamos la copa al ritmo que el cuñado
de turno escupe cualquier monstruosidad, una pequeña voz en nuestro interior se
pregunta ¿qué cojones es esto? Sócrates, según nos describe Platón, a esa voz le
llamaba «alma». Para el de anchas
espaldas este elemento es el único atributo humano capaz de percibir la
verdad en sí, pero desgraciadamente tiene un enemigo que castiga constantemente
su virtuosismo, los sentidos. Los sentidos corpóreos corruptos por el vicio
terrenal impiden que el alma, a pesar de ser nuestro apéndice más puro, pueda
observar las cosas tal y como son en sí mismas, le desorientan y le enredan entre
falacias, pues claro, estos sentidos del tres al cuarto tan vulgares se dejan
llevar por la carne, lo material, siempre andan buscando el placer, un goce
instantáneo e intenso, pero desgraciadamente nada más que eso, un deleite burdo
y mentiroso, a fin de cuentas, vacío.
Los manantiales de basura que producimos en esta
derrochante bacanal consagrada al amor divino son el síntoma más preocupante y
visible de la delirante sociedad en la que vivimos. Nos hemos entregado a los
placeres más absurdos que nos muestra la televisión y los gurús del deporte, el
cine o la música. Nuestros sentidos están saturados de tanto placer, no pasa ni
un instante sin que sintamos esa necesidad de saciarlos y ellos incansablemente
piden más y más, que no acabe la fiesta por favor! —nos suplican—. Pero detrás
de todos estos estimulantes pasatiempos subministrados por la industria del
consumo que hechizan nuestros sentidos, se esconde, como bien sabían los
antiguos, la verdad. Esa verdad hoy tan difícil de alcanzar porque nos sentimos
cómodos en el confort que nos ofrecen las baratijas de la teletienda o el
discurso paternalista con el que nos brinda el político de turno. Nos sentimos
seguros entre nuestras tradiciones y, francamente, para qué cambiarlas.
La verdad molesta, estorba y, a pesar de que muchos
tratan de taparla, no se marcha, sigue ahí. Nos topamos con ella a diario, pero
siempre es más fácil mirar hacia otro lado, así que acabamos resignándonos,
conviviendo con ella, ese olor flatulento que de tanto inhalarlo apenas
percibimos, como un pedo propio que no acaba de oler del todo mal. Por eso
siempre es un placer volver a oír a su Majestad dirigiéndose a sus vasallos en
unas fechas tan señaladas, los políticos se congratulan por los logros de este
año y nos hablan entusiasmados de lo que harán en el siguiente, las grandes
empresas nos explotan para poder seguir vendiéndonos sus bagatelas, la basura y
el plástico se amontonan en los contendores y nos preguntamos, ¿adónde irá a
parar toda esta porquería? ¿Quién sabe? A estas alturas no nos importa nada más
allá del siguiente WhatsApp. Tenemos los sentidos atrofiados de tanto «placer»,
esa es la verdad, que detrás de la cáscara del consumo no hay nada, sólo más
ansiedad por consumir y más predisposición para ser explotado y así poder seguir
consumiendo. Alguien debe sacar provecho de este círculo vicioso. Nosotros de
momento seguimos dormidos, todavía demasiado lejos de enterarnos de qué va la
cosa.
P.S. Cada jueves y cada viernes se reúne un grupo de
personas en la calle Desamparados número 1 de Segorbe. Allí se debaten todo
tipo de temas y se entremezclan diversas opiniones y sensibilidades, pero el
objetivo común es el mismo, estudiar, reflexionar y trabajar para construir
algo al margen de este circo absurdo que nos ofrecen como el único plato del
menú. Estáis todas invitadas.
e.boix
1 comentario:
Que lejos queda ya lo de la familia.
En estas fechas de unión amigable y familiar, es el momento de resaltar los logros adquiridos por suerte o del embuste para mostrarlos en la unión, con ello dejar atónitos a todos los comensales de la mesa o de la barra del bar. Bebe que hoy toca champagne, la birra es mas de postvacaciones.
El momento de preparar el cultivo de la primavera y plantear estrategias para una vida cómoda, se le llamo navidad, bueno solsticio de invierno. Y ahora aquello de laborar y trabajar conjuntamente ha pasado a ser la ocasión de mostrar nuestro busto a los comensales de alado, y mostrar nuestro progreso, lleno de coches, vacaciones, viajes y tantas distracciones de lo material. Es el momento de verse en el espejo como hizo Narciso, pero terminamos de ver que nos ahogamos. Y como nos cuentas en el escrito: el Rey habla y todos callamos, tratando de ver, si sacamos de esas palabras vacías algún mensaje descifrable. Cuando lo único que nos afirma es “ SOY VUESTRO REY”.
A final vuelta a empezar. Hui !Niño calla y come! Que tu tíos se han estirado en la mesa con los majares del mercamierda
Un saludo Boix
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