Difundimos el nuevo texto escrito por el grupo editorial de la revista "Argelaga" y que se centra en la cuestión de los hechos de Gamonal. Aunque quizá no tenga que ver directamente con la comarca, si que nos proporciona algunas cuestiones interesantes con respecto a los conflictos urbanisticos y sociales de primera importancia en la actualidad.
Quizá haya un antes y un después de los hechos de Gamonal, cosa que todavía desconocemos, lo que si tenemos claro es que han visibilizado como podemos hacer frente a problemas cotidianos mediante la acción directa y la reapropiación del espacio público, sin recurrir a partidos ni a otros mediadores.
"Una comunidad constituida en el conflicto y fortalecida en su
desarrollo no resulta fácil de derrotar, porque representa verdaderamente el
“interés público” ante sus usurpadores. Pero además, dada la similitud de condiciones
sociales presentes en las periferias urbanas, era bastante probable que
cundiera su ejemplo, por lo que no ha sido de extrañar que la clase dirigente
haya preferido retroceder a involucrarse en bloque en un conflicto que no le
convenía."
Miguel Rivas.
DIES IRAE
El
síndrome de Gamonal
La mafia constructora y la partitocracia española
que le sirve de brazo político han experimentado un considerable revés en
Gamonal, y eso que ningún otro barrio de ninguna otra conurbación ha osado
desafiarlas de forma tan contundente y ejemplar. Los contenedores llevaban
mucho tiempo siendo incendiados sin que el poder cediera un ápice en la
corrupción y la arrogancia, pero esta vez la mano que los prendía procedía de
una comunidad vecinal indignada, no de un puñado de irregulares urbanos en
rebeldía. Una comunidad constituida en el conflicto y fortalecida en su
desarrollo no resulta fácil de derrotar, porque representa verdaderamente el
“interés público” ante sus usurpadores. Pero además, dada la similitud de condiciones
sociales presentes en las periferias urbanas, era bastante probable que
cundiera su ejemplo, por lo que no ha sido de extrañar que la clase dirigente
haya preferido retroceder a involucrarse en bloque en un conflicto que no le
convenía. Los intereses generales de la dominación han valido más que los
beneficios espurios de particulares; la corruptela casera y los negocios
privados al amparo de la administración tendrán que esperar tiempos mejores, al
menos en Burgos.
La revuelta de Gamonal no ha
estallado sólo por un simple remodelamiento urbanístico que resultara
perjudicial para el vecindario y escandalosamente beneficioso para el cacique
que controlaba la política burgalesa y los medios de comunicación regionales.
El aparcamiento privado ha sido la chispa que ha provocado un incendio cuyos
materiales habían sido previamente amontonados por un urbanismo atroz con
cuarenta años de impunidad. Éste, ordenando jerárquicamente un espacio infame
de bloques de viviendas atravesado por tristes bulevares que regulan el acceso
motorizado de la población, a la vez que llenaba los bolsillos de especuladores
inmobiliarios y políticos prevaricadores, imponía condiciones de vida tanto más
insoportables, cuanto mayor era la distancia del centro. La industrialización
del vivir aumenta en función de la lejanía de los despachos donde los
dirigentes toman unilateralmente las decisiones que empeorarán la vida del
prójimo. Pero es difícil aceptar siempre una forma de vida estabulada,
dependiente del transporte y del dinero, en definitiva, irracional e inhumana,
y más en un horizonte de precariedad, desempleo y abandono como el actual. La
resignación a veces no basta para ahogar la rabia de un vecindario que sabe que
no cuenta en los cálculos de los beneficiarios de su supervivencia esclavizada,
y, entonces, un pelotazo sin nada de particular colma el vaso de la paciencia.
Llega el día de la ira y la indignación popular se planta ante los imperativos
político-especulativos. El disturbio callejero es la consecuencia inmediata,
pues tales imperativos en último extremo suelen materializarse como fuerzas del
orden. Pero lo verdaderamente admirable en Gamonal, es que la toma de la calle
ha favorecido la toma de conciencia: la comunidad vecinal ha surgido realmente
en ese instante.
La revuelta de Gamonal ha sido
una sublevación contra la proletarización de la vida y la injusticia social, un
rechazo del modelo de vida industrial, desarraigada y solitaria. El espíritu
comunitario nacido del conflicto trasciende lo meramente reivindicativo; lo que
los vecinos de verdad demandan, todavía de forma intuitiva, es el derecho a la
ciudad –a la igualdad, a la asamblea pública, a la autogestión del barrio, al
autoabastecimiento, a la autodefensa, a la movilidad gratuita, al ágora-, derecho
sepultado en un mar de arquitectura impotente para pobres, donde van a morir
riadas de automóviles privados, y que hoy por hoy es inseparable del derecho a
la rebelión y a la barricada. En el mundo capitalista muchos lugares son como
Gamonal; todas las conurbaciones son ciertamente gamonaleras, pues recrean las
mismas condiciones degradantes que incitan perennemente a la revuelta. Basta un
abuso de más para que se produzca: puede ser el desalojo de un centro social
autogestionado (Hamburgo, 7 de enero de 2014), el aumento del precio del
billete del autobús (Sao Paulo, junio y octubre de 2013), la brutalidad
policial ante la protesta por la destrucción de un parque público (Ankara, 28
de mayo de 2013), la muerte de un viejo enfermo en una barriada de inmigrantes
(Estocolmo, 23 de mayo de 2013), la muerte en manos de la policía de un joven
negro en un barrio de la periferia londinense (Tottenham, 9 de agosto de 2011),
etc., etc. La verdad que todas esas luchas descubren es que en la comunidad
vecinal cristaliza la auténtica naturaleza social del ser humano, pero ésta
sólo puede realizarse plenamente en ausencia del capitalismo y del Estado. Para
poder existir la comunidad ha de afirmarse contra ambos; por eso en sus
primeros momentos se muestra en negativo, violentamente. No hace más que
defenderse del Estado/Capital y tratar de responder.
La guerra social, puesto que se
trata de una auténtica guerra entre la clase dirigente y la población dirigida,
no será solamente urbana, puesto que los antagonismos principales se despliegan
con mayor profundidad en el territorio, donde la comunidad campesina ha de
reconstruirse y volverlo habitable. No obstante, las hostilidades empezarán en
las urbes, ya que allí permanecen concentradas las masas, que, al transformarse
en sujeto colectivo consciente, es decir, en comunidad vecinal, podrán afrontar
los ataques del orden opresivo con garantías de éxito. De los barrios saldrán
las guerrillas que se extenderán por el territorio, escenario final de las
batallas sociales que han de liberar el mundo. Y precisamente para abortar
cualquier movimiento en ese sentido, los gobiernos preparan medidas de
securización generalizada, bien en forma de planes, leyes y ordenanzas contra
“el enemigo” interno (protocolo que prolonga la existencia del régimen FIES,
reforma del Código Penal, Ley de Seguridad Ciudadana, Plan Nacional de
Estructuras Críticas...), bien en forma de contingentes policiales
especializados, sean estatales o privados, con los que sembrar la desolación
por los campos y los barrios, por no hablar del continuo ensanchamiento de los
espacios de violación de los derechos humanos como los centros de internamiento
de extranjeros, las Unidades Terapéuticas y Educativas penitenciarias o los
centros de menores cerrados. Gamonal no es más que el comienzo; la victoria de
la libertad no será fácil.
5 de febrero de 2014
Revista Argelaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario