domingo, 15 de noviembre de 2015

Radiación electromagnética.

Ayer sábado 14 de noviembre de 2015 tuvo lugar en nuestro vecino pueblo de Altura una interesante charla que trataba la incidencia de la radiación electromagnética sobre la salud. La verdad es que uno ya sabe que de este tipo de charlas suele salirse un poco bajo de moral ante la irremediable transcendencia de las consecuencias de la radiación electromagnética, no obstante cabe retomar eso que se nos despierta para, como mínimo, crear un poco de conciencia.

El municipio alturano se ha visto ante la necesidad de salir a la calle por la instalación de la antena de Vodafone en el casco urbano, tal y como ya se ha venido informando desde este espacio. La impotencia de los vecinos, ante un marco legal que deja poco espacio de maniobra, se ha traducido en movilización social: información, asambleas, caceroladas, acciones legales, etc. Y es que, aunque es cierto que en estos casos, como en tantos otros, la vía legal resulta sumamente necesaria e importante, el detonante, la única vía para emprender acciones más fuertes contra este tipo de instalaciones, en palabras de José Caselles, profesor de la facultad de educación y miembro de la plataforma estatal contra la contaminación electromagnética, pasa por el proceso de movilización vecinal en la calle, pues hasta la fecha ha sido lo único que ha conseguido detener este tipo de agresiones.
La legalidad en curso y diferentes organismos institucionales europeos y estatales se saltan en la mayoría de los casos el principio de precaución que se debería aplicar, y después de denunciar, recurrir y alegar todo tipo de medidas y sentencias ante los que se supone que están para garantizar nuestra salud, vendidos a la influencia de las grandes multinacionales de la comunicación, lo que queda es visibilizar de todos los modos un peligro que por el mero hecho de que no se vea, o no se pueda tocar, no quiere decir que no exista. El ejemplo más claro es del tabaco, tuvieron que pasar muchos años para que “las autoridades” advirtieran que fumar mata. Con el caso del alcohol todo el mundo tiene asumido que resulta perjudicial, y por eso modera su consumo o lo restringe en edades tempranas en las que el organismo todavía está en desarrollo. ¿Por qué no ocurre lo mismo con la radiación cuando existen estudios ampliamente contrastados que relacionan sus consecuencias con el cáncer, el alzhéimer, la esterilidad, el autismo, la hiperactividad, la muerte? La media de personas que padecen cáncer se ha multiplicado por 4 en los últimos diez años. Dentro de 20 o 30 años 1 de cada 4 personas lo padecerá.

En este sentido las críticas “a pie de calle” pueden abarcar desde los que se posicionan a favor de reducir drásticamente los niveles de radiación hasta cotas que nos permitirían “seguir conectados” pero sin perjuicio de nuestra salud, hasta aquellos que remarcan que el verdadero trasfondo de estas cuestiones reside en un modelo de vida que dista mucho de la lógica humana, el de las relaciones personales mediatizadas por todo tipo de aparatos, la movilidad exagerada, la dependencia tecnológica, el de la vida a merced de esta. Unos y otros comparten muchas cuestiones de fondo y, aunque es cierto que sus diferencias ponen sobre la mesa el eterno debate “revolución o reforma”, ambos tienen razón y su estrategia debe coexistir ante la magnitud del problema.
En cuanto a los primeros, no creo que nadie esté en condición de decir que el “reformismo” de exigir niveles por debajo de lo perjudicial para la salud sea desechable y que esas acciones no tengan sentido. En el punto en que nos encontramos podríamos ver esto como un verdadero logro, pues metidos en un contexto que simplemente no nos deja escapar de la radiación (muy pocos puntos existen fuera de su alcance, incluso en el monte), este tipo de medidas deberían ser ampliamente aplaudidas. Exigir el cableado de internet en colegios y guarderías, restringir su uso en edades prematuras, prohibir el uso del wi-fi…

(Las pizarras digitales y las TIC en educación distan mucho a mi entender de esa “revolución pedagógica” que los más tecnófilos acuñan. En muchos casos los aprendizajes que de ellas se derivan ni siquiera son significativos sino simples ejercicios repetitivos en situación similar al libro de texto, borrando además con ello de un plumazo toda la experiencia pedagógica de la experimentación en primera persona, las salidas del centro… ¿no será que lo que hay detrás es realmente el entrenamiento en la aceptación del modelo económico, acultural y tecnológico en curso?... No lo sé, pero estoy seguro de que educar a la infancia sobre estos valores sin ningún tipo de análisis ni visión crítica no va a favorecer demasiado el que las generaciones futuras se planteen de manera seria estos problemas.)

No obstante la posición de los segundos puede llevar a destapar cuestiones de este tipo, diríamos de fondo, que son igualmente necesarias de denunciar. Por ejemplo la dependencia y el poco margen de maniobra que como personas tenemos ante problemas de este tipo, supeditados a decisiones estatales en las que nada pintamos, a los intereses económicos de grandes empresas, en definitiva, al capital. La manera en que nuestro comportamiento ha cambiado con respecto a la comunicación y las relaciones en los últimos años, la dependencia que nos han creado y hemos dejado que nos crearan, el control y la violación de la privacidad que todo ello supone... Y es que la verdadera raíz del problema se corresponde con la artificialización de las condiciones de vida que nos han impuesto.
Por último, y ya que como hemos visto a efectos prácticos poco podemos hacer fuera de nuestras casas (la palma se la llevan los nuevos contadores de luz), al menos dentro de estas podemos tomar algunas pautas para nuestra protección personal como por ejemplo no tener conectado el wi-fi, sobre todo por la noche, no utilizar el microondas, los teléfonos inalámbricos, reducir de manera drástica o eliminar el uso del teléfono móvil, en caso de usarlo gastar el manos libres, no conectar el wi-fi cuando vayamos en transporte ya que la búsqueda constante de antenas se traduce en picos de radiación constantes, etc. La lista sería larga, casi interminable, pero lo que viene a decir es que en estas cuestiones debemos ser nosotros quienes tomemos la iniciativa. En un ejercicio de autor reflexión,  de poco sirve preocuparnos por comer ecológico, hacer deporte, no fumar, irnos a vivir al campo… si luego nos envenenamos con este tipo de tecnología… al menos no lo hagamos de manera inconsciente.
Y a la espera de poder contar con la charla completa en audio para profundizar sobre todo esto, os dejamos el siguiente enlace del programa de divulgación ecológica de televisión “El escarabajo Verde”: La otra factura del wi-fi.
Sobre estas cuestiones toda divulgación es poca.

Thymus vulgaris.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con todos mis respetos por la labor que estas realizando y argumentando que estoy a favor de muchas de las cosas que tratas en la crónica/noticia.. Creo que en tus apreciaciones cometes un error cuando hablas de la cuestión de reformismo/ revolución. Tu dices en el texto que son igual de importantes o necesarias ambas visiones de la lucha y aquí es donde discrepo, ya que es necesario puntualizar algunas cosillas. Es muy posible que en todo este tipo de luchas sea necesario esa denuncia legal que paralice, aunque sea momentaneamente los proyectos, para ganar tiempo en la organización de la oposición a sus planes. Esa es la única parte util de esta vía. Pero lo que caracteriza a esta vía institucional o reformista a parte de esto, es la delegación del conflicto en los partidos políticos, relegando a los habitantes a la inutilidad y a la creencia que los poderes locales solucionaran el conflicto, desmovilizando socialmente a los interesados.Y por tanto no se puede decir que son igual de necesarias ambas vías y dejarlo ahí, es necesario matizarlo. Esto es lo que está sucediendo en la lucha contra la antena de Altura y creo que deberíamos tomar nota para posibles confrontaciones. Los vecinos han estado completamente ciegos con una fé en los políticos que es pésima y desoladora para quien quiera encontrar soluciones prácticas a los problemas.

Anónimo dijo...

Gracias por la apreciación. Precisamente ese era el objetivo cuando lo escribía. Lo único que trataba al equipararlas es, tal y como se plantean hoy en día estos conflictos, resaltar que la vía legal también es necesaria aunque como he dicho supeditada a la movilización de los vecinos. No he hablado de partidos lo que sí digo es que, nos guste o no, hay organismos que están para matizar estas agresiones, y que al menos por el momento son una de las vías para conseguirlo, aunque la fuerza tenga que estar abajo, en los afectados.
Creo que tan equivocado es creer en una única vía como en la otra, para mí ambas pueden ser prácticas y se tienen que explotar como parte de un mismo propósito,por eso quería resaltarlo.