viernes, 16 de septiembre de 2016

La Casa Solariega

"En pocas palabras, si no eres un utópico, es que eres imbécil"
 Jonathan Feldman. Indegenous Planning Times


Este artículo es el que cierra la trilogía de textos sobre el libro de Lewis Mumford "Historia de las Utopías" publicados anteriormente en este blog. Así como en el primer artículo me centré en las Utopías que en el libro se analizaban y en el segundo en Coketown, en este tercer articulo me centraré en la Casa Solariega.

Así como Coketown era el infierno de los productores, la Casa Solariega era el paraíso de los consumidores. Esta tiene su origen en el Renacimiento, en el mundo aristocrático, aunque en un principio estuvo reservada solo para las élites de la sociedad, con el tiempo fue ampliándose a las capas más bajas de esta. Coketown y la Casa Solariega son realidades separadas que se complementan y forman parte, al fin y al cabo, de un mismo mundo. Para acabar con los antagonismos existentes entre las formas de vida de Coketown y la Casa Solariega fue necesario extender el idolum de esta a toda la sociedad. Pero vayamos al grano ¿que es la Casa Solariega?.


Esta es lo opuesto a lo que Platón podría considerar deseable en una buena comunidad. La Casa Solariega no tiene nada que ver con el bienestar de toda la sociedad sino solo con el de sus mandatarios. Empezó siendo la típica mansión aristocrática como la Abadía de Thélème, en la que sus habitantes vivían sin trabajar mientras la comunidad que la rodeaba trabajaba para ellos. Los principios básicos que rigen a la Casa Solariega son el disfrute pasivo y la posesión.

Pero dejemos hablar a Mumford:
"La posesión en la Casa Solariega se basa en el privilegio y no en el trabajo. El titulo de la propiedad de la tierra. obtenido históricamente, en la mayor parte de los casos, mediante la fuerza y el fraude, constituye el fundamento económico de su existencia. Para hacer que los artesanos y los trabajadores que rodean la Casa Solariega sigan trabajando, es necesario impedirles el acceso a la tierra por cuenta propia, por lo que el usufructo debe acabar siempre en manos del propietario y no del obrero. Este énfasis en la propiedad pasiva revela la ausencia de una comunión activa entra la gente y el entorno de la Casa Solariega. (...) El ideal de la Casa Solariega es el de una existencia completamente sin funciones o, en el mejor de los casos, el de una existencia en la que todas las funciones propias de un hombre civilizado son realizadas por funcionarios"

La Casa Solariega depreda su entorno y lo utiliza para sí misma, ya que el poder económico que posee y la miseria que crea a su alrededor le permite que esto sea así. Su idolum implica una disociación entre esta y la comunidad en la que esta situada. Con ella la cultura dejó de ser entendida como la participación en las actividades creativas de la propia comunidad para identificarse con la adquisición de los productos de otras comunidades. Era el principio de lo que luego seria la sociedad de consumo. La Casa Solariega no percibió que el disfrute se asienta en la creación, y lo que es más, que es inseparable de ella. Su consumo pasivo y su perdida de capacidad creativa impidió a sus habitantes la capacidad de disfrutar de las bellas artes al no crearlas.

Así se creó el ideal pequeño burgués individualista de clase media que en la actualidad padece nuestra sociedad. La vida comunitaria dejó paso al repliegue individualista en nuestros hogares y al consumo, donde cada uno intenta monopolizar para sí mismo el mayor numero de bienes posible sin importar como está la comunidad en su conjunto.

"Si el límite de nuestras posesiones se corresponde simplemente con el volumen de nuestra bolsa; si la felicidad ha de adquirirse a través de una vida de comodidades y lujo; si se considera afortunado un hombre que posee una casa y uno que posee cinco lo es cinco veces más; si no hay otro modelo de vida que ese, insaciable, que se ha establecido en la Casa Solariega... pues bien,  en tal caso no existen límites al proceso de adquisición y gasto, y nuestras vidas terminan por reducirse al trabajo insignificante del cochero, el cocinero y el criado."

La Casa Solariega trata de conpensar nuestro divorcio con nuestros iguales con una abundancia de bienes, rellenar nuestras vacías vidas, faltas de relaciones sociales plenas y verdaderas, con cachivaches. Muchos de vosotros que estéis leyendo esto pensareis que la Casa Solariega, al igual que Coketown, es algo superado pero lo que ha pasado es que la ideología burguesa de esta se ha extendido a toda la sociedad. Para que el Capitalismo funcione es necesario crear individuos atomizados, separados entre sí, que compitan entre ellos; por lo tanto es necesario romper las comunidades y que cada cual se preocupe por sí mismo y por la realización de su propia Casa Solariega.

En nuestra comarca, por ejemplo, allá por donde miremos vemos el idolum de esta hecho realidad. Está presente desde los antiguos chalets de la burguesía en Navajas hasta la última hilera de adosados en Caudiel. Todas fueran creadas de una manera que divorcia a los habitantes de sus comunidades, no hay espacios para el encuentro. Es más, la ideología solariega ha penetrado tanto en nosotros mismos que el formato es lo de menos, da igual donde vivamos todos miramos hacia lo nuestro en clave individual nunca colectiva. Las construcciones son cada vez más cerradas, con muros más altos y cada vez más excluyentes, o más "exclusivas" como dirían ellos. El Capital lo esta colonizando absolutamente todo, quien paga es el ciudadano, el que tienen derechos, el que puede acceder a los recursos; los demás lo único que podemos hacer es trabajar para ellos.

Solo tenemos que echar un vistazo a nuestras casas y a nuestros hábitos de consumo y veremos como hemos llegado a parecernos más a los burgueses que a las clases desheredadas. Nos parecemos más, en nuestras formas de actuar y de pensar, a las partes menos numerosas de la sociedad sin pertenecer a ellas. Buena estrategia adoctrinadora del sistema de dominación que hizo que nos sintiéramos más cerca del poderoso que nos oprime que a nuestros iguales que sufren las mismas miserias que nosotros.

Santiago Fernández

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran libro!