Os dejamos con otra interesante reseña de una de las novelas de José Ardillo aparecida en la revista Argelaga. Ahora que se esta potenciando, cada vez más, el capitalismo verde y el desarrollo rural, con una nula critica hacia ello tanto desde los sectores libertarios como ecologistas como hemos podido observar con la reivindicación de este fin de semana del corredor ferroviario Cantábrico-Mediterráneo, es necesario promover lecturas criticas sobre todo este progreso tecnológico y todo lo que lleva detrás. Recordamos otra vez que el próximo sábado día 8 tenemos una tertulia con Ardillo en El Matadero de Altura sobre este tema y muchos más. Sin más dilación os dejamos con la reseña. Ecología para todas y todos.
José Ardillo: Madrid, 1961. Seudónimo de José Antonio García. Fué
uno de los editores del boletín Los Amigos de Ludd y se encargó de la redacción
del libro Las ilusiones
renovables (Muturreko 2007). Es autor de la novela El salario del gigante (Pepitas de Calabaza, 2011). Ha publicado también un conjunto de textos en el
folleto La respuesta
del anarquismo a la ciencia (CMR 2011) y en los últimos años
ha colaborado en publicaciones como Raíces, Cul de Sac, Ekintza Zuzena o Invierno.
En
el mes de febrero de 2013, los compañeros de Brulot editorial nos obsequiaron
con una nueva referencia para su catálogo de publicaciones. Fieles a su línea
editorial, en la que como bien dicen no creen en mitos, ni en
vanguardias, ni en líderes intelectuales (o de cualquier tipo). Pero sí creemos
en una autocrítica que empieza en nosotros mismos, que es necesario retomar la
formación y el debate político con un mínimo de seriedad;1 la nueva obra publicada de
Ardillo escarba sutilmente en uno de estos aspectos que forman parte de la
mitología de la teoría y, frecuentemente, tal y como ha demostrado la historia,
buena parte de las prácticas revolucionarias. La Repoblación no
es un ensayo de teoría política, ni siquiera un panfleto estructurado en unas
cuantas tesis lúcidas de las que poder seguir sacando nuevos materiales de
derribo de las condiciones generalizadas de desposesión que vivimos. La
Repoblación nos hace llegar un mundo de reflexiones bajo el formato de
novela, donde la ficción alcanza hasta el lenguaje que nombra la realidad que
nos presenta.
El
reino de Harzan y su particular deriva revolucionaria será el
contexto general en el que Ardillo pone en escena toda una serie de reflexiones
en torno al concepto de Revolución y sus operaciones, podríamos decir, de
imposición sobre el entorno que pretende, valga la redundancia, revolucionar.
La trama, lejos de presentarse con aires generalistas, nos es propuesta a
través de las retinas henchidas de júbilo, pero también de fe por los
acontecimientos, del joven Serban, furibundo revolucionario que no duda en
sacrificar los escasos espacios de individualidad (una historia de amor
quizás…) que el proceso revolucionario permite, en pro de las exigencias que un
momento histórico de tal calibre impone. Porque es en este punto, donde
precisamente el autor comienza a darnos una idea de lo que La
Repoblación, y el proceso de deriva personal que caracteriza al
protagonista, significa para la crítica radical y especialmente del concepto de
Revolución.
En
una entrevista publicada en el primer número de la revista “Un amargo declinar”,2 José Ardillo proporciona una
de las claves que desarrolla como alma vertebradora en la trama de La
Repoblación:
Estoy
desengañado de ese espíritu revolucionario. ¿De qué hablamos cuando hablamos de
“revolución”? Los ejemplos históricos que tenemos del fenómeno revolucionario
no nos dan muchas pistas para orientar nuestra acción en el presente. ¿Qué
tiene que ver nuestro momento histórico con 1936, 1917, 1904, 1871, 1848…? A no
ser claro, que queramos hablar de manera retórica de la revolución.
Porque
es precisamente de la realidad revolucionaria, además de las imposiciones de la
retórica de lo que Ardillo habla en su libro. De este modo, siguiendo la
regresión cronológica que el autor cita, encontraríamos quizás el paradigma en
que la obra revolucionaria y la ideología del Progreso comienzan su andadura
histórica de forma conjunta: la Revolución Francesa. Es precisamente a partir
de 1789 y muy especialmente en la etapa napoleónica, cuando la idea de Progreso3 se transforma en la nueva
razón de estado, la nueva piedra de toque de la burguesía como clase dominante,
y donde posiblemente La Repoblación tenga su símil histórico
mas cercano. El estado burgués, se dedicó a colonizar cualquier aspecto de la
vida que pudiera escapar a la lógica del modelo que el capital llevaba
imponiendo desde al menos hacía trescientos años. Por tanto, un objetivo claro,
común a todas las revoluciones burguesas y/o liberales decimonónicas, fue
liquidar cualquier vestigio de vida tradicional, campesina, indígena o forma de
vida mínimamente autónoma y alejada de las nuevas premisas que la dictadura de
la mercancía y la ideología del Progreso se afanaban por imponer. Una legión de
funcionarios y oficiales del estado se diseminaron por todos los rincones de
las nuevas naciones-estado. Ingenieros, profesores, militares, técnicos y
especialistas, eran la punta de lanza de esta operación basada en las nuevas
exigencias de la cuantificación y el control estadístico. Un paso más hacia lo
que el Iluminismo, la ciencia positiva y el conjunto de las doctrinas liberales
ya venían predicando desde antes de la Revolución.
La
historia de la etnografía nos da un buen ejemplo de lo que el Imperio
Napoleónico se propuso como meta para consolidar su proyecto de dominación. Ya
desde los tiempos del Consulado, la labor de control administrativo de todo el
territorio francés comenzó a ser exhaustiva. Tal y como demuestra Marie-Noelle
Bourguet,4 las campañas de encuestación y
trabajo estadístico que el estado francés comenzaba a desarrollar, tuvieron un
fin claro, construir la nación, forjar su unidad. Aunque claramente
parece un tópico de la era de los nacionalismos, ese edificio por construir, el
de la nación francesa, tenía unos cimientos bastante bien definidos, y tal como
cierto prefecto de Aude, un tal Barante indica, en un gran imperio, las
costumbres, las formas de vivir y de alimentarse, varían infinitamente de una
provincia a otra… Para comparar con exactitud las riquezas de dos países
diferentes, hay que saber no solamente con cuánto de ella se alimenta a sus
individuos, sino cómo se alimentan. Las necesidades del mercado ya no sólo
se circunscriben a las ferias regionales de antaño, ahora el estado-nación
apremia a sus funcionarios para detallar las riquezas que el territorio
contiene y puedan ser susceptibles de ser convertidas en mercancías. Y es
precisamente la experiencia que se deriva de esta labor administrativa y de
investigación, la que podemos encontrar descrita en el relato de Ardillo.
Ese cómo se alimentan, será uno de los ejes transversales sobre los
que se monta todo el argumento de la novela. Y del mismo modo, el diario de
campo del que se sirve el protagonista, se asemeja a los cuadernos de estos
funcionarios napoleónicos que vagan por los rincones de cada provincia, de cada
prefectura como punta de lanza de las huestes del Progreso, de los vástagos de
la Revolución.
Al
igual que ese funcionario del Imperio Ruso descrito en la novela de Vladimir
Arseniev, Dersu Uzala, que llega a los confines del oriente ruso en
misión de exploración, Serban recibe un mandato, un encargo de manos del
aparato burocrático que la Revolución ha creado. De idéntica manera que este
oficial ruso, Serban tiene que asumir desde su llegada a los territorios
del Molh Dar, que la vida no se desarrolla de la misma manera en un
manual agronómico, en un cuaderno etnográfico o una estadística oficial, que en
la vida real de las gentes y sus costumbres. La Revolución y el Progreso
imponen lo que la dignidad de las personas y sus maneras de vivir autónomas
niegan. Y este es otro de los aspectos referenciales que La Repoblación muestra
en sus páginas: una fenomenología de la experiencia mediatizada por la
dominación burocrática.
Sin
duda, otro de los ejemplos paradigmáticos en la historia de las revoluciones y
sus concepciones del Progreso nos lo muestra el caso de la Revolución Rusa.
Pero, aunque podríamos ceñirnos a los ejemplos que la historia de la etnografía
soviética nos proporciona, es quizás en el ámbito de la literatura en donde las
experiencias de la duda existencial determinadas por el proceso revolucionario
se hacen mas patentes. Los escritores rusos que vivieron los grandes
levantamientos revolucionarios desde 1905 no sólo reflejaron en sus obras las
nuevas contradicciones que la Revolución imponía, sino que vivieron en primera
persona, y muchas de las veces como una experiencia traumática, estas
diatribas. Unos de estos autores, y quizás el más representativo en torno a la
crítica de la imposición técnica y burocrática de la Revolución, fue Evgueni
Ivánovich Zamiátin. Su novelaNosotros, es todo un alegato en contra de
la deriva despersonalizadora de cualquier revolución social, muy especialmente
en lo concerniente al mundo de la tecnificación, la industrialización ciega y,
por qué no decirlo, al Progreso, tal y como la Rusia soviética lo heredó de la
tradición y el pensamiento burgués. Fuera, o en los márgenes de laProletkultura,
autores como Gorki en un primer momento, Blok, Mayakovski, Esenin o Ana
Ajmatova, experimentaron la sensación de vacío que la Revolución no podía
llenar, o que más bien les hacía padecer. O los escritos críticos con el
industrialismo del temprano leninismo y su nep, como El Bosque ruso de
Leonid Maximovich Leonov:
Preguntado
acerca de si los escritores soviéticos reflejaban en sus obras el fabuloso
desarrollo científico, Leonid M. Leonov contestó a un periodista yugoslavo: “Yo
divido a los intelectuales en dos categorías: los físicos y los líricos. Unos
son naturalistas, sabios en Ciencias Exactas; los otros crean en el campo
humanista. Entre los científicos se encuentran grandes figuras como Einstein,
De Brogli, Niels Bohr, Robert Wiener. Menciono estos hombres para rendir el
debido respeto a ellos y a su obra. Pero si los científicos trabajasen sin
humanistas su trabajo podría ser dañoso para la humanidad. Todo este saber se
verifica en el hombre y en el niño. Los sabios consiguen grandes
descubrimientos sin pensar en ello. En los grandes momentos hace falta mirar a
los niños en los ojos. Cuando los sabios crearon la bomba atómica no pensaban
en la mirada infantil de los niños sino en otras cosas”.5
O
los rebeldes de las novelas de Yuri Olesha, en donde encontramos las mismas
dudas con respecto a la era tecnológica y de masas:
No
temas ‒Dice Goncharova expresando la doble relación de su autor frente a la realidad–.
¿Es que crees que estas rudas lamentaciones están movidas por la falta de
alimentos? No temas. No se trata de ello. Se trata de los crímenes contra la
persona humana. Hay muchas cosas en la política de nuestras autoridades con las
que no puedo conformarme. Ven. Mira: aquí está en la otra mitad la lista de
hechos beneficiosos. ¿Crees que no comprendo los beneficios del poder
soviético? Ahora unamos las dos mitades. Esta soy yo. ¿Comprendes? Este es mi
temor, mi delirio. Dos mitades de una misma conciencia, la confusión, que me
enloquecerá… No soy contrarrevolucionaria. Soy la persona humana del mundo
antiguo que discute consigo mismo. (Brajnovic, 1975, pág. 142).
Fácilmente
podrían ser fragmentos sacados de las reflexiones existenciales que pueblan la
novela de Ardillo y que, de alguna manera, apuntan a un problema no resuelto en
la relación que surge en cualquier proceso revolucionario con la ideología del
Progreso. Y como bien menciona el autor en la entrevista para la revista “Un
amargo declinar”, hay que tener en cuenta que muchos radicales que
están en contra del capitalismo o de la forma-Estado no plantean problemas a
los avances del Progreso. Ahí está el error…
Por
eso, una de las inquietudes críticas de José Ardillo navega en esta dirección, desvinculando
la retórica de las concreciones históricas, aunque sea mediante la ficción
literaria, o el ensayo histórico. Un buen ejemplo es el artículo “La respuesta
del anarquismo a la ciencia”. Porque siendo evidente que la revolución que nos
muestra en La Repoblación, ciertamente no es fruto de las ideas
libertarias, es notorio que el ámbito del anarquismo y sus concepciones
ideológicas no quedan fuera del marco crítico anteriormente expuesto. La idea
del Progreso no sólo se hizo un hueco en el mundo del anarquismo como
contraposición maniquea al oscurantismo del Antiguo Régimen. La fe en la
ciencia frente al pensamiento doctrinario de la religión, no enmascaraba otros
aspectos también sujetos a la influencia de este modelo ideológico. El afán por
el productivismo,6 el empeño por la adopción del
positivismo como dogma científico, o la copia lisa y llana de las teorías
criminológicas y psiquiátricas burguesas,7 son claros ejemplos de cómo el
anarquismo ha asimilado hasta nuestros días el discurso del Progreso material
como algo propio. Y como bien afirmaban en un texto Los Amigos de Ludd,
colectivo al que perteneció el propio Ardillo, reflejando las contradicciones
inherentes al pensamiento libertario sobre este asunto:
A
los anarquistas les espantan las minas y las ciudades llenas de polución, el
estrés de las grandes urbes y las cadenas fabriles de montaje. Del progreso
sólo desean conservar el producto acabado: la avioneta eléctrica que pasa
silenciosamente por el cielo limpio.8
Es
por tanto este muro ideológico el que grosso modo, y salvando las
generalizaciones, sigue atenazando el pensamiento anarquista a la hora de hacer
frente a un lastre semejante en el análisis y la crítica social e histórica. Un
peso muerto, primero importado del pensamiento burgués y después generalizado
por todo el izquierdismo, que el anarquismo ha hecho propio en no pocas
ocasiones y del que, salvo honrosas excepciones, no se ha sabido librar para
avanzar en una idea propia de Revolución. La Repoblación es
pues un relato imaginario, una fábula, pero una fábula que intenta combatir esa
idea tan extendida de que la historia progresa siempre en un sentido favorable
a la humanidad.
Curro Rodríguez
1. Desde
Abajo y desde afuera. Miguel Amorós. Brulot 2007.
2. Un amargo declinar. Energía y
totalitarismo ecológico. Invierno. 2012.
3. Para una visión histórica de
la evolución de la idea de progreso: La
idea del Progreso. John B.
Bury, Alianza. 1971. Y para una crítica de la idea del Progreso: Revista Cul de
Sac, #1, Novimiembre 2010.
4. “Prefectos en el campo. Una
etnografía administrativa de la Francia del 1800”, en Britta Rupp-Eisenreich, Historias de la Antropología (Siglos
XVI-XIX). Júcar.1989.
5. Citado en Luka Brajnovic. Literatura de la revolución bolchevique (pág.
113). EUNSA. 1975.
6. Véase “Hacia una historia de la aversión de los obreros al
trabajo. Barcelona durante la revolución española. 1936-39”, Michael Seidman.www.sindominio.net/artaldetikat/textos/aversion.html
7. Recomendamos el artículo publicado en el boletín Enajenadxs #6 ,
“Violencia, locura y miserabilismo intelectual”, especialmente el punto que
habla del anarquista Diego Abad de Santillán. es.scribd.com/doc/49217952/ENAJENADXS-Salud-Mental-y-Revuelta
8. “Utopistas y anarquistas
frente al control de la energía” (pág. 80), en Las
ilusiones renovables. Los Amigos de Ludd. Muturreko burutazioak.
2003.
2 comentarios:
Menudo rollazo de reseña chaval
Esta de lujo amigo
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