Este cuento, surge de un intento de recoger las costumbres de antaño en unos cuantos párrafos, para que los más jóvenes no olviden de dónde vienen y sepan a dónde van. Nos lo envía anónimamente un grupo de trabajo de la Universidad
BUSCANDO A LA
GALLINA PERDIDA…
Hace muchos, muchos, muchos, muchos, muchos, muchos
años, exactamente 87, en Jérica, en la cuesta Zalón, vivía un niño llamado
Julio. Su padre Ramón, todos los días se dirigía con su jadón a trabajar el
campo y era entonces cuando se cruzaba con el lechero, que tras dejar a sus
vacas pastando en el puente de Navarza, se dirigía al pueblo a cambiar la leche
por lo huevos del tío Manolo, las patatas de Ramona, los tomates de Asunción…
Mientras tanto, Julio se levantaba y su madre hacía
la lejía con las cenizas del hogar para poder ir al lavadero a hacer la colada.
Julio se
bebía un vaso de leche que había ordeñado a su cabra, corriendo, daba de comer a las gallinas y a los
cerdos con las pieles de las patatas y
todos los restos de comida que se había generado el día anterior. Una mañana
tal como esa, con las prisas de no llegar tarde a la escuela, una gallina se le
escapo.
-¡Manolita ven aquí, ven!
Corrió tras ella y cuando se quiso dar cuenta, la
bota se le salió y por su calcetín, el que su madre le había tejido con la lana
de las ovejas, le asomó el dedo, que frío pasó, pero siguió corriendo, pues
vivía de esa gallina tanto como de las otras. De repente Manolita desapareció por
un agujero en el suelo y Julio sin pensárselo dos veces se lanzó. PLASH!
Aterrizó en el suelo de un culazo y cuando miró a su alrededor, le costó
reconocer el lugar, estaba en la plaza de Capuchinos. Todo había cambiado, las
calles ya no eran de tierra, la sustituía el asfalto, el pastor no pasaba con
sus cabras, en su lugar coches tirando humo, contenedores en las aceras
rebosaban de plástico, cartón, vidrio, y un hombre vestido de verde con una máquina de cepillos, le pitaba porque
estaba en medio de su camino, mientras le gritaba ¿¡Que haces que no estás en
la escuela!? Julio le contestó pero el ruido de la máquina impidió que aquel
hombre oyera que había perdido a la gallina. Asustado, se fue corriendo a su
casa, pero en su lugar había un chalet,
donde estaba el corral había un garaje, donde estaba el cerdo había una
furgoneta, donde estaban los conejos había un tractor y donde estaba la cabra
había un 4x4. -¡Mama, papa! -Gritó, pero ahí no había nadie. Se dirigió al
huerto y donde antes estaban los tomates alineados, las patatas, las cebollas no
había nada, solo broza, cardos y alguna que otra bolsa dando vueltas. Desconcertado,
fue a buscar a su madre al lavadero, pasando por la lechería, que estaba
cerrada, por el horno en el que antes se juntaban las mujeres a hacer su propio
pan y en el que ahora había una mujer que lo intercambiaba por monedas. Todo
era muy raro, pero lo peor y más extraño fue que en el lavadero no estaba su
madre, ni la abuela María ni su tía Asunción. Comenzó a llorar y llorar porque
se sentía muy solo en un mundo que no entendía, cuando de repente un calor
estremecedor le invadió, se seco las lágrimas y miró al frente, el monte de la
Muela se estaba quemando y a ningún vecino del pueblo se le permitía ir a
apagarlo, aviones volaban tirando agua, camiones rojos con mangueras se
acercaban por el puente Benaval, y de una esquina la gallina Manolita salió y
le dijo: Julio, esta será la vida de tus nietos, una vida en la que mucho se ha
avanzado pero las labores del campo se han abandonado y con ello su cuidado,
porque todo viene dado. Los animales no se comen la maleza, las sobras de
comida no alimentan al ganado, la protección del monte impide muchas veces que
se trabaje y se han creado especialistas de tareas que antes realizaban los
vecinos en común, pero el hombre puede con todo y juntos con la responsabilidad
en mano, podemos hacer de la vida un mundo mejor.
Julio se despertó, todo había sido un sueño. Fue a
darle de comer a las gallinas y a Manolita sonrió.
Anónimo
4 comentarios:
Estremecedor, parece mentira como de una manera tan sencilla se puede reflexionar de un modo tan profundo y sacar a la luz las cosas importantes de la vida, la que la gallina en su inocencia conocía y a la que parece todos damos la espalda cada día. Este cuento es un recurso muy bueno para trabajarlo con niños y adultos.
Mucho contenido en pocas palabras, muy bueno.
Menos mal que el chaval era de Jerica porque si llega a ser de algun pueblo de l´Horta Valenciana se hubiera suicidado al ver como lo habian destrozado todo.
Impresionante....
Publicar un comentario