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Con estas aportaciones no pretendemos menospreciar o tirar por el suelo el trabajo de la gente de la Ecored, ya que consideramos que tienen elementos positivos como son el de fomentar el intercambio y los bancos de tiempo(cosa que nadie pondría en duda, e incluso muchos estamos dispuestos a participar…) pero si que vemos que existe bastantes más dudas en lo que respecta a la introducción de la moneda social Eco y lo que ello nos puede aportar a los palantinos, ya que estamos convencidos de que los intercambios (tanto de saberes como de producción…) no requieren necesariamente de la instauración de una moneda.
En base a esta interpretación intentaremos establecer debates que sirvan para esclarecer un poco en estos tiempos tan confusos, y aclararnos a la hora de tomar decisiones, ya que son “fórmulas” tan nuevas que aun no se ha producido un debate serio que profundice entorno a la necesidad o no de crear una moneda.
Para empezar el dossier vamos a colgar una entrevista realizada en el Viejo Topo al conocido filosofo alemán Anselm Jappe, en donde se cuestionan diferentes temas relacionados con la economía social y las practicas decrecentistas. Hemos de tener en cuenta que es una entrevista del 2009 donde el movimiento no estaba tan avanzado como hoy en dia, aunque su utilidad es incuestionable…
A continuación la primera de las entrevistas:
Julio de 2009
¿A qué atribuye usted el “boom” del
discurso sobre el decrecimiento?
En realidad, la parte del público que actualmente es sensible al discurso
del decrecimiento es aún bastante restringido. Sin embargo, esta parte está
creciendo. Ello refleja una toma de conciencia frente a los desarrollos más
importantes de los últimos decenios: sobre todo la evidencia que el desarrollo
del capitalismo nos arrastra hacia una catástrofe ecológica y que no serán unos
nuevos filtros o unos coches menos contaminantes los que resolverán el
problema. Hay un recelo difuso incluso respecto a la idea de que un desarrollo
económico perpetuo sea deseable y al mismo tiempo una insatisfacción con las
críticas al capitalismo que reprochan esencialmente su distribución injusta de
la riqueza o solamente sus excesos, como las guerras y las violaciones de los
“derechos humanos”. El interés por el concepto de decrecimiento traduce la
impresión creciente de que es toda la dirección del viaje emprendido por
nuestra sociedad la que es falsa, por lo menos desde hace unos decenios. Y que
estamos ante una “crisis de civilización”, de todos sus valores, también en el
nivel de la vida cotidiana (culto al consumo, la rapidez, la tecnología etc.).
Hemos entrado en una crisis que es económica, ecológica y energética al
mismo tiempo y el discurso sobre el decrecimiento considera todos estos
factores en su interacción en vez de querer reactivar el crecimiento con
“tecnologías verdes”, como lo hace una parte del ecologismo, o de proponer una
gestión diferente de la sociedad industrial, como lo hace una parte de la
critica heredera del marxismo.
El decrecimiento gusta también porque propone modelos de comportamiento
individual que se pueden empezar a practicar hoy y aquí, pero sin limitarse a
ellos, y porque redescubre virtudes esenciales como la convivialidad, la
generosidad, la sencillez voluntaria y la donación. Pero atrae igualmente por
su rostro amable, que hace creer que se puede alcanzar un cambio radical con un
consenso generalizado, sin atravesar antagonismos y evitando fuertes
enfrentamientos. Se trata de un reformismo que se quiere auténticamente
radical.
¿Cómo se sitúa usted en relación con
los debates decrecentistas? ¿Le convencen sus análisis y propuestas?
El pensamiento del decrecimiento tiene sin duda el mérito de querer romper
con el productivismo y el economicismo que constituyeron durante mucho tiempo
el fondo común de la sociedad burguesa y de su crítica marxista.
La crítica profunda del modo de vida capitalista parece estar, en general,
más presente en los decrecentistas que, por ejemplo, en los partidarios del
neo-obrerismo, que continúan creyendo que el desarrollo de las fuerzas
productivas (particularmente en su forma informática) conducirá a la
emancipación social. Los decrecentistas intentan descubrir elementos de una
sociedad mejor en la vida de hoy — a menudo procedentes de la herencia de
sociedades precapitalistas, como la actitud frente a la donación. Pues no
corren el riesgo, como otros, de apostar por perseguir la descomposición de
todas las formas de vida tradicionales y la barbarie que supuestamente prepare
un renacimiento milagroso (como por ejemplo la revista Tiqqun y sus sucesores
en Francia). EI problema es que los teóricos del decrecimiento se pierden en
vaguedades en lo que concierne a las causas de la dinámica del crecimiento.
En su crítica de la economía política, Marx ya ha mostrado que la
sustitución de la fuerza de trabajo humano por el empleo de la tecnología
reduce el “valor” representado en la mercancía, lo que empuja al capitalismo a
aumentar permanentemente la producción. Son las categorías básicas del
capitalismo — el trabajo en abstracto, el valor, la mercancía, el dinero, que no
pertenecen en absoluto a todo modo de producción, sino únicamente al
capitalismo — las que engendran su ciego dinamismo. Más allá del límite
externo, constituido por el agotamiento de los recursos, el sistema capitalista
contiene desde su inicio un límite interno: la obligación de reducir — a causa
de la competencia — el trabajo vivo que constituye al mismo tiempo la única
fuente del valor. Desde hace unos decenios este límite parece haber sido
alcanzado y la producción del valor “real” fue ampliamente sustituido por su
simulación en la esfera financiera. Además, los límites externo e interno
empezaban a aparecer a plena luz en el mismo momento: alrededor de 1970. La
obligación de crecer es pues consustancial con el capitalismo. El capitalismo
solamente puede existir como huida hacia delante y como crecimiento material
perpetuo para compensar la disminución del valor. Así, un decrecimiento
verdadero solamente es posible a costa de una ruptura total con la producción
de mercancías y del dinero. Pero los “decrecentistas” retroceden generalmente
ante esta consecuencia que les puede parecer demasiado “utópica”. Algunos se
han adscrito al eslogan: “salir de la economía”. Pero la mayoría permanece en
el marco de una “ciencia económica alternativa y parece creer que la tiranía
del crecimiento es solamente una especie de malentendido que se podría atacar
sistemáticamente a fuerza de coloquios científicos que discuten sobre la mejor
manera de calcular el PIB.
Muchos decrecentistas caen en la trampa de la política tradicional y
quieren participar en las elecciones o entregan cartas firmadas dirigidas a
parlamentarios. A veces incluso es el suyo un discurso un poco “snob’ con el
que los ricos burgueses aplacan su sentimiento de culpa recuperando
ostensiblemente las verduras desechadas al cierre del mercado. Y si la voluntad
de eludir la división entre izquierda y derecha puede parecer inevitable, hay
que preguntarse por qué la “Nueva Derecha” ha mostrado interés por el
decrecimiento, así como preguntarse por el riesgo de caer en una apología
acrítica de sociedades “tradicionales” en el Sur del mundo.
En pocas palabras, diría que el discurso de los decrecentistas me parece
más prometedor que muchas otras formas de la crítica social contemporánea, pero
aún queda mucho que desarrollar y sobre todo deben perder sus ilusiones sobre
la posibilidad de domesticar a la bestia capitalista sólo con buena voluntad.
Ha mencionado unos puntos débiles y otros
positivos en la teoría del decrecimiento. Pero, ¿no testimonia el eslogan
“salir de la economía” una cierta ignorancia de la dificultad de crear islotes
de decrecimiento en el capitalismo? Otras formas de la crítica social
contemporánea saben de los procesos contradictorios dentro de las sociedades
capitalistas y de la importancia de las luchas sociales, un aspecto que parece
subvalorado en el discurso decrecentista. ¿Lo cree así?
Hay una cierta necedad en creer que el decrecimiento podría convertirse en
la política oficial de la Comisión Europea o algo parecido. Un “capitalismo
decreciente” sería una contradicción en los términos, tan imposible como un
“capitalismo ecológico”. Si el decrecimiento no quiere reducirse a acompañar y
justificar el ”creciente” empobrecimiento de la sociedad — y este riesgo es
real: una retórica de la frugalidad podría dorar la píldora a los nuevos pobres
(que pueden llegar a tener que hurgar en el cubo de la basura) y transformar lo
que es una imposición en una apariencia de elección – tiene que prepararse para
los enfrentamientos y los antagonismos. Pero estos antagonismos no coinciden ya
con los tradicionales, constituidos por la “lucha de clases”.
Una superación necesaria del paradigma productivista – y de los modos de
vida correspondientes – encontrará resistencia en todos los sectores sociales.
Una parte de las “luchas sociales” actuales en todo el mundo, es esencialmente
la lucha por el acceso a la riqueza capitalista, sin cuestionar el carácter de
esta supuesta riqueza. Un trabajador chino o indio tiene mil razones para
reivindicar un mejor salario, pero si lo recibe se comprará probablemente un
coche y contribuirá así al “crecimiento” y a sus consecuencias nefastas en los
terrenos ecológico y social. Esperemos que las luchas para mejorar la situación
de los explotados y de los oprimidos se desarrollen simultáneamente con
esfuerzos para superar el modelo social fundado en un consumo individual
excesivo. Quizás ciertos movimientos de campesinos en el Sur del mundo van ya
en esta dirección, sobre todo si recuperan ciertos elementos de las sociedades
tradicionales como la propiedad colectiva de la tierra, o la existencia de
formas de reconocimiento del individuo que no están relacionadas con su fortuna
en el mercado.
2 comentarios:
Sería interesante que los que defienden el uso de la moneda social, al igual que los que son críticos con ella, aportaran sus textos u opiniones al blog, para que los que no estamos demasiado informados, podamos crear una opinión al respecto.
Yo soy nuevo en esto, no tengo mucha idea en el tema de decrecentismo. Lo que veo es que no se puede ver como un tema de transformación social, ya que seria muy fácil y no nos podemos creer la idea de que a través de esto vamos a cambiar la sociedad. Si que es verdad que entre la gente que participe podemos crear vínculos que nos ayuden, pero de ahí a que esto sea un método de transformación social lo veo bastante difícil. Respecto a la critica me parece bien que vuestro grupo cuelgue información sobre estos temas y pienso que debería de quedar claro que esto no es para parar ningún proyecto sino para reflexionar sobre el y que sepamos todos lo que queremos y lo que no queremos. Hay que ser critico para no caer en las redes de el sistema cuando el poder, sea del color que sea, quiera entrometerse en estos proyectos si es que algúna vez llega ese dia. Por muy asamblearia que sea la red de intercambio no garantiza que sea anticapitalista.
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