"Disparaban por la espalda y liquidaban sin juicio. El paseo, lo llamaban. Lo hacían los anarquistas, los comunistas, todos".
Umberto Tommasini. El herrero anarquista. Memorias de un hombre de acción
"Va haver-hi terror revolucionari, però aquest no va ser exclusiu de les zones controlades pels anarquistes"
Josep Antoni Pimentel Clavijo, Barricada. Una història de la Barcelona revolucionària.
Reproducimos
el articulo publicado en Revista de Libros sobre Amor Nuño y la CNT ( http://www.revistadelibros.com/blogs/blog-rdl/contra-el-discurso-y-la-memoria ),
publicado también en la pagina de la Fundación de Estudios Anselmo
Lorenzo. Publicamos el articulo debido a la denuncia que hace a Jorge
Martinez Reverte y a Paul Preston de manipular la historia a su antojo,
conforme a los intereses de sus amos. Esta es la linea a la que nos
tienen acostumbrados los historiadores mercenarios. No es algo nuevo, es
su versión de la historia, la misma que empleaba la burguesía
republicana. Hacen la misma labor que el periodista burgués que habla
del terrorismo anarquista de los detenidos en la Operación Pandora.
Ocultan datos, inventan, tergiversan para que carguen otros con la culpa
de aquello que les es difícil de digerir. Tienen que crear mitos y
criminalizar todo aquello que no les interesa para justificar el gran
sistema "democrático" al que "felizmente" hemos llegado donde los
"radicalismos" son cosa del pasado. Hemos dejado que la burguesía cuente
nuestra historia conforme a su ideología capitalista de clase media
haciendo una historia de buenos y malos. Es fácil hacer cargar con la
culpa a Amor Nuño de Paracuellos ya que este es poco conocido y en la
actualidad su organización es minoritaria. Hacer cargar con las culpas
de todo a los cenetistas y a los anarquistas es algo que llevan haciendo
desde antes de 1936 y hoy resulta más fácil que nunca. Lo vemos en la
historia de nuestra comarca, en la de Levante y en la de todo el Estado
español. ¿Cuanto "paseos" de la retaguardia han sido atribuidos gratuitamente a la Columna de Hierro en Levante?. No negamos el papel de los anarquistas en la represión pero lo que no podemos aceptar es que se manipule la historia conforme a los intereses del poder. Lo que pretenden es liquidar la memoria histórica asociada al
proletariado para así liquidar toda perspectiva revolucionaria.
En
junio de 2014 se publicó uno de los libros más importantes que se han
escrito sobre la Guerra Civil en los últimos tiempos, al menos desde el
debate que se produjo tanto en el Parlamento como en la calle y en los
medios de comunicación sobre la mal llamada «memoria histórica». En el
momento de escribir estas líneas, la búsqueda de su título aporta
diecisiete googles, descontando los contenidos duplicados. Magra cosecha
para un libro de buenos y malos. De buenos y malos historiadores. El
libro se titula Amor Nuño y la CNT. Crónicas de vida y muerte y su autor
es Jesús F. Salgado.
En
2004, Jorge Martínez Reverte publicaba La batalla de Madrid, un libro
que acusaba directamente a Amor Nuño, anarquista y miembro de la Junta
de Defensa de Madrid, de haber organizado junto a las Juventudes
Socialistas Unificadas (JSU) lo que popularmente se conoce como la
matanza de Paracuellos. Decía probarlo con el borrador de un acta, que
no constaba transcrita en los apéndices y de la que no se daba signatura
alguna, fechada el 8 de noviembre de 1936. La campaña de promoción del
libro incluía entrevistas en diversos medios de comunicación y el nombre
de Amor Nuño se propagó por la red, desde 2005 en adelante, hasta que
el historiador Paul Preston incluyó el supuesto hecho en su libro El holocausto español (más
de diecisiete mil googles), ampliando las acusaciones a Amor Nuño y a
los anarquistas, responsable el primero del asalto a la cárcel Modelo de
Madrid y a los segundos del asalto al tren de Jaén –cometido en
Vallecas–, todo ello en agosto de 1936. Sólo faltaba Amor Nuño en la
masacre inaugural de la guerra en la capital –el asalto al Cuartel de la
Montaña– para completar su presencia en el póquer de ases de las
matanzas republicanas en la retaguardia madrileña.
Lo
que hace Jesús F. Salgado, tras diez años de digestión histórica de la
responsabilidad criminal de Amor Nuño, es desmontar una por una todas
las acusaciones; ítem, desvela las malas prácticas de los historiadores
para ajustar los hechos a sus presunciones; e ítem más, termina por
demostrar quiénes fueron los responsables reales de tales matanzas. Las
quinientas cincuenta y cinco páginas del libro, anexos e índices aparte,
se leen compulsivamente ante el paradójico espectáculo del elefante
que, entrando en una cacharrería, hiciera un destrozo que a la vez
resultara constructivo, mejorando la disposición inicial de trastos y
vajillas en mostradores y anaqueles. Tan fascinante resulta la minuciosa
reconstrucción de los hechos como la revelación del constructo
ficcional que hacen varios historiadores para deducir conclusiones que
se acomodan a sus intereses. Los ejemplos son numerosos, por lo que unos
escriben y otros ocultan. Así, Martínez Reverte señalando directamente a
Amor Nuño, cuyo nombre no aparece en el borrador que no transcribe y
del que omite al citarlo párrafos que no le interesan, o Preston
acusando de crímenes a estos o aquellos sin aportar ni una sola prueba.
Así, asegurando uno que Amor Nuño fue expulsado de la CNT por traidor y
de haber huido sin dejar rastro, y otro callando la responsabilidad
directa de gentes del PSOE en numerosos crímenes de la retaguardia. Lo
cierto es que Amor Nuño jamás fue expulsado y que estuvo hasta el final
con sus camaradas en el puerto de Alicante, donde improvisó una
conmovedora arenga y rompió públicamente su pase para salir en uno de
los barcos que podría haberle dado la libertad. Fue detenido, internado
en el campo de concentración de Albatera y fusilado en las tapias del
Cementerio del Este el 17 de julio de 1940.
Junta de Defensa de Madrid. El tercero por la izquierda es Amor Nuño. |
Hechos
frente a opiniones, hechos frente a suposiciones, hechos frente a
ficciones, la verdad ante la mentira. Tan flagrante es ésta, que no
puede leerse sin emoción el párrafo que dedica Salgado a su propia
labor. La cita es larga, pero importante: «¿Por qué escribir un libro
sobre un personaje históricamente menor? Sólo hay una razón: la rebelión
contra la manipulación histórica. Mi trabajo científico desde hace más
de veinticinco años se centra en la explicación del comportamiento
humano mediante modelos de base matemática. En esta área de conocimiento
científico, como en las restantes, las hipótesis y teorías que
formulamos muchas veces resultan poco apoyadas por los hechos y los
datos y debemos reformularlas o, simplemente, desecharlas, pero ni por
un momento se nos ocurriría inventarnos hechos o datos, falsearlos o
modificarlos a nuestro antojo para que encajen en nuestras teorías. De
hacerlo, la repulsa de la comunidad científica mundial sería plena y el
desprecio científico por el autor sería de tal magnitud que difícilmente
encontraría una universidad o un centro de investigación de alta
reputación que quisiera contratarlo. Por eso, quienes estamos entrenados
en esta forma de conducta, afrontamos la lectura de los trabajos
científicos e históricos con la perspectiva de que han sido hechos con
honestidad e intentando clarificar un episodio, un suceso o un fenómeno.
En este sentido, somos “ingenuos” científicos. Esto no quiere decir que
asumamos sin más lo que dicen los autores cuando se trata de opiniones,
hipótesis o conjeturas. Quiere decir, que no nos imaginamos, de
partida, que se “manipularán” los datos. Sabemos que los científicos se
equivocan, que los datos son insuficientes, que se requieren nuevos
datos o documentos y que, de encontrarse los mismos, pueden alterar la
interpretación existente, pero no pensamos nunca que se “fabricarán”. Y
la práctica totalidad de los historiadores profesionales operan en esta
misma clave de ingenuidad y honestidad».
Buscar
y rebuscar entre papeles viejos sobre la Guerra Civil le otorga a uno
privilegios inigualables en relación con la verdad de los hechos. Cuando
uno indaga en profundidad sobre los protagonistas de aquellos años, con
dedicación comparable a la obsesión, desde un punto de vista casi
intrahistórico, los nombres –los hombres– dejan de ser una simple
notación en el índice onomástico de los libros de Historia: ya no son
elementos deshumanizados que puedan servir de piezas intercambiables en
función de intereses políticos o académicos. Se miran con lupa las
fotografías, se escanean y se amplían, se estudian hasta las sombras
para saber a qué hora pudieron ser tomadas, se insiste en los archivos,
se comprueban los posibles errores de clasificación, se apega uno a los
nombres que surgen aquí y allá y se tira de múltiples hilos, se va por
los caminos que parecen seguros y se regresa de los que no llevaban a
ninguna parte, se gasta el tiempo y se gasta el dinero, se contrastan
las informaciones obtenidas, se cruzan documentos de dudoso origen para
exprimir al máximo todo atisbo de verdad. Quizá no sea desfachatez la de
los malos historiadores, sino vagancia y haraganería. Siempre pendiente
esta duda…
Salgado
pelea a la contra con su libro. Gana su batalla, sin duda. Rehace la
figura de un dirigente anarquista que algunos habían dejado sumido en
las cloacas e insiste y aporta más datos sobre los verdaderos
responsables de los mayores asesinatos de la retaguardia madrileña,
camino ya señalado por el historiador Julius Ruiz en su libro El terror rojo (2012) y en el que abunda en un artículo publicado en Revista de Libros.
De paso, hace aflorar otras historias periféricas de relieve, como la
de Manuel Chaves Nogales, rescatando de los archivos su participación en
el Comité de Control del diario Ahora y aportando de este modo las
sombras necesarias para completar la biografía del periodista sevillano.
La
memoria es personal; el conocimiento, colectivo. La memoria es
selectiva, incompleta, falible, borrosa, fantasmal, infidente, y el
conocimiento se consigue tras un trabajo ímprobo. La confrontación con
el pasado implica reconocer verdades desagradables. A este proceso, los
alemanes lo denominanVergangenheitsbewältigung. La traducción
literal sería «superación del pasado», pero también cabe interpretarlo
como «lucha por llegar a un acuerdo sobre el pasado». Para ello hay que
echar por la borda prejuicios, mitos y ficciones, y en España no se está
por la labor. El libro de Salgado es una excepción. No ha tenido
acogida alguna, ni siquiera para denostarlo. Se impone el
desconocimiento sobre la ficción creada en torno a Amor Nuño desde 2004.
Son más de diez años de falacias sobre un capítulo importante de la
Guerra Civil. En 1973, Gonzalo Torrente Ballester escribía sobre la Historia de España (vista con buenos ojos) del
dibujante Forges. Criticaba la imposición por parte del régimen
franquista de la visión de la historia del país, lo que él llama
«discurso». Y alertaba: «Cuando [el discurso] se cae de viejo y
apolillado, tienen que venir los Forges y su equipo y ponerlo todo en
tela de juicio [...]. Me parece perfecto, e incluso haré lo que pueda
por ayudarles, con una sola condición: que no se sustituya un discurso
por otro». El temor de don Gonzalo se cumplió. Terminó por imponerse
otro discurso, otra visión de la historia, falseada también por
exageración y ocultación, como la franquista. Quedan, sin embargo, y por
mínimos que sean, visos de esperanza para que se sustituyan discurso y
memoria por conocimiento. Puro y simple.
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