El circuito de la Esperanza confirma su debacle.

El campeonato de España de Ciclocross, que se celebrará en el circuito del Parque de la Esperanza de Segorbe del 10 al 12 de enero de 2014, ya tiene horarios

Este es el lema que lanza el Informal Segorbino. Por si no lo sabíamos, ahora resulta que la Esperanza es un circuito. Nada parece importarles el deterioro que va a sufrir la poca vida que allí queda, aunque con el maravilloso polígono industrial que tenemos a escasos metros, tampoco es que este tipo de comportamientos nos venga de nuevo. Al ayuntamiento de Segorbe le bufa un huevo la Esperanza, y solo la quiere para hacer marketing político, bien en las romerías o, como ahora, en una carrera de bicicrós. A tales efectos, y de ahí el motivo principal de mi enfado, no han tenido inconveniente en pasar con la pala de una retroexcavadora por determinadas zonas que pandillas de los diferentes pueblos utilizaban para comer y pasar un buen día entre amigos durante las pascuas. Se han cargado, como es de prever, la capa superficial del suelo, la que alberga insectos, microorganismos, humus, la capa fértil en definitiva, y donde el manto de pinocha que la cubría era bastante más útil que la calva inerte que han dejado, solo proclive a la erosión. Pero de todas estas cuestiones cabe hablar más detenidamente.

En primer lugar, y como venía diciendo, no es que el espíritu conservacionista o de protección de la naturaleza impere en el conjunto de actuaciones que los poderes locales llevan a cabo en estas tierras. Prueba de ello es el citado polígono industrial y el proceso que obvio multitud de factores ecológicos en el momento de su construcción. También los son, por qué no, las romerías, en las que no se suele tener ningún miramiento a la hora de introducir vehículos a motor, tirar basuras, etc. Un poco más actual sería el caso de la empresa Dafsa la cual, y según se especula, podría llegar a consumir en agua el mismo volumen que la población de Segorbe en un año, pero estos solo son algunos ejemplos.

Con esta visión no se pretende pues dar la imagen de una naturaleza de museo, que ninguna actividad pueda albergar, pero sí resulta necesario un cierto control sobre las actividades que en ella acontecen, que sobre todo debería ser “autoimpuesto”, es decir, estar en el ideario colectivo y la conciencia de la gente, por medio de una educación en, por y para la naturaleza.

En segundo lugar, resulta evidente que la masa monoespecífica de pino carrasco de la Esperanza, acompañada de los usos que tienen lugar en ella, ya se encuentra bastante degradada per se. Como digo, ya le hubiera merecido la pena que todo ese afán con el que han construido el circuito, lo hubieran invertido años atrás en mejorar su composición, su estado fisiológico, etc. Por el contrario, dicha aberración, ha conllevado el uso de maquinaria pesada, con su consiguiente compactación del suelo, la eliminación de la capa fértil, contaminación acústica, emisión de gases…Además, la pendiente de algunas de las “calles” trazadas es suficiente como  para que en cuanto tenga lugar un mínimo chaparrón, arrastre consigo el resto del suelo, por lo que difícilmente se podrá recuperar una vez concluido el acontecimiento.

Por último, podemos imaginar la afluencia masiva de gente el día de la prueba, y el estado en que quedará todo después de haber pasado por allí unos cientos de pies y otros tantos de bicicletas. Más cuando el objetivo no es sino continuar con el modelo de ocio y de espectáculo en el que vivimos inmersos.

No nos parece por tanto descabellado tildar de barbaridad la actuación que sin ningún tipo de información, ni pregunta ni respuesta, ha tenido lugar en la Esperanza.

Thymus vulgaris